Coruñeses en el Disneyland del ciclismo
lll
17º-23º

Coruñeses en el Disneyland del ciclismo

Aficionados de la ciudad narran su experiencia como seguidores en las etapas pirenaicas del Tour
Coruñeses en el Disneyland del ciclismo
Marcos Muñiz e Isaac Fragoso junto a los amigos con los que viajaron al Tour

Usuario

El Tour de Francia es mucho más que una carrera. Es una religión para los miles de aficionados de todos los países del mundo que cada año se desplazan hasta las carreteras por las que transita el pelotón. La semana pasada este pasó por los Pirineos y allí, como testigos de excepción, estaban Marcos Muñiz e Isaac Fragoso. Partieron el miércoles desde A Coruña, vieron y subieron algunos de los puertos por los que trascurrieron las etapas de jueves, viernes y sábado y el domingo enfilaron el regreso a casa, con susto de por medio porque el coche les dejó tirados a mitad de camino. Un inconveniente final que no borra una experiencia única. Para Muñiz, asturiano de nacimiento y coruñés de adopción, ya era su quinta vez. Fragoso se estrenaba. Y repetirán. “El año que viene sale desde Barcelona”, avisan. 


“Yo soy un friki del ciclismo”, dice Marcos. “Siempre que puedo voy porque hay un ambientazo y no sólo es la carrera, es subir los puertos, después ver la etapa, disfrutar con la caravana que tira un montón de regalos... el Tour es como el Disneyland del ciclismo y como fan es a lo máximo que puedes aspirar a ver”, añade. “A mí me lió Marcos”, reconoce Isaac. Sus hijos, van juntos al colegio y llevaban unos meses hablando y planificando el viaje. “Yo la verdad que de ciclismo tampoco es que entienda mucho y eso que me gusta”, continúa Fragoso, que entrenó a triatlón y que sigue utilizando la bici en su día a día para ir a trabajar, “pero vivir las etapas en directo es una pasada”.
 

Marcos e Isaac
Marcos Muñiz e Isaac Fragoso

 

Por un lado está la propia carrera en sí, con sus estrellas como el esloveno Tadej Pogacar, el danés Jonas Vingegaard o el belga Remco Evenepoel, a los que prácticamente podrían tocar. “No se hace por respeto”, aseguran, “pero les ves las caras desencajadas, los ves pasar completamente exhaustos, los escuchas respirar, los ves sudar a chorros, incluso escupir y lanzar los mocos...”. Contrasta con otros deportes, como el fútbol. “Los partidos los ves sentado y desde lejos. Aquí estás de pie y al lado y aunque son solo unos segundo, pasan a tu lado”
 

Por otro lado está todo lo que le rodea. “Ves gente de todo tipo de nacionalidades, miles de bicis subiendo, miles de bicis bajando, gente disfrazada haciendo el show...”, explican. “Y van súper preparados. Uno de los días subiendo un puerto para encontrar un sitio para ver la etapa nos adelantaron unos que llevaban sillas de playa plegadas detrás de la bici, con su sombrilla, porque puedes pasar allí arriba unas cuantas horas”.
Y por último está la caravana del Tour. “Son un montón de coches de marcas que están patrocinando el Tour y que pasan una hora y pico o dos antes que los ciclistas y van tirando regalos como camisetas, gorras, llaveros... de todo”, comentan. 

 

Si el Tour es el Disneyland, la caravana sería como “la cabalgata de los Reyes Magos”. “Volvemos con dos camisetas cada uno, dos gorros...”. Souvenirs de los que en A Coruña se beneficiarán sus hijos, Gael, Manuel y Celsa; Xoel y Valentina, con los que ya piensan en viajar al Tour porque también vieron muchas familias. “Los niños en los carros o en mochilas, niños también subiendo los puertos... se ve de todo.
 

Cronoescalada
Uno de los puntos desde los que vieron una etapa

 

“Es divertido, pero tienes que llegar a los puntos con bastante antelación porque después cortan las carreteras y hay que buscar el punto, que también tiene su aquel. El segundo día tuvimos que saltar con la bici un alambrado de espino... que menos mal que ya hemos cumplido con la descendencia porque si no nos la habríamos jugado”, bromean.
 

Estuvieron tres días y les tocaron tres etapas muy diferentes. “La primera etapa que vimos fue el jueves, la que acabó en el alto del Hautacam y ganó Pogacar. Nosotros nos pusimos antes de la mitad. A 90 kilómetros de meta o algo así, en un tramo de una subida a un puerto de cuarta categoría y el pelotón pasó rápido”, enumeran. “La segunda fue la cronoescalada, que los ves pasar cada minuto o minuto y medio durante cuatro horas”, continúan. “Y la última estábamos a 15 kilómetros de meta, en el inicio de la subida a Superbagnères, y el pelotón ya llegó muy roto, con un escapado, que fue el que ganó, luego un grupillo de perseguidores, detrás el pelotón con Pogacar y algunos favoritos, más tarde el pelotón grande y por último los que van completamente descolgados, que ya no salen en la tele”.
 

Y en casi cualquier kilómetro de la etapa, aficionados por todas partes. “Es como en la tele, que van pasando los ciclistas entre un pasillo de gente”, y con los pueblos por los que pasa el Tour, volcados con la carrera. “Muy a tope. El pueblo en el que nos quedamos estaba todo decorado. Las columnas de los edificios estaban pintadas como el maillot de la montaña., con lunares rojos. Había una Torre Eiffel de amarillo...”. Como niños en Disneyland. 

Coruñeses en el Disneyland del ciclismo

Te puede interesar