Año 2007. Floyd Mayweather y Óscar de la Hoya se enfrentan en uno de los combates del siglo. La cadena de televisión HBO ve el filón y decide producir una serie documental de cuatro capítulos en la que sigue 24/7 a los boxeadores en las semanas previas para ir calentando el ambiente. Después de la emisión del primero, José Cancela no es capaz de poner a cero el contador de correos electrónicos que le llegan. Por cada uno que lee, le entran diez más. “¿Dónde se puede comprar la banda sonora?”, le preguntan en la mayoría. Así fue cómo le cambió la vida al músico y compositor de raíces coruñesas, que hasta entonces acompañaba al piano en sus giras a artistas tan dispares como Celia Cruz y Backstreet Boys y a partir de entonces su carrera se ligó a escribir partituras para el deporte estadounidense. Desde la Superbowl a los Juegos Olímpicos. Desde la serie Hala Madrid hasta biografías de boxeadores y especiales de hockey hielo, fútbol, fútbol americano o surf. Y con cinco premios Emmys que dan brillo a su trabajo.
De padres coruñeses, Cancela ya nació en Alemania, refugio emigrante de la familia en los años 60, pero cuando escuchó por primera vez el sonido de una gaita, sintió inmediatamente la llamada de la tierra. Ocurrió en Osedo, pasando unas vacaciones en el pueblo. “Fue como meter los dedos en un enchufe, se me pusieron todos los pelos de punta”, recuerda. Le pidió a su padre que le comprase ese instrumento. “Tenía 7 años, así que no me hizo mucho caso”. Pero para calmar su insistencia, lo llevó a una tienda de recuerdos de la calle Real y le compró unas figuras con el nombre de la ciudad inscrito. “En cuanto volvimos a Hannover, me planté con mi gaita en uno de los centros gallegos en los que sabía que había un grupo. Claro, se rieron de mí”, bromea Cancela echando la vista atrás.
Jaime Pardo y Ovidio Quintela, no obstante, lo acogieron bajo sus alas y pronto descubrieron que el niño tenía un don especial. “Para pesadilla de mis padres, porque después de esto a mí lo único que me interesaba era tocar, lo que afectó bastante a mis notas en las otras asignaturas. Casi no me gradúo”, apunta. Y ya se sabe que si no puedes con el enemigo, hay que unirse a él. “Me permitieron empezar a estudiar piano porque un profesor del instituto me hizo una prueba y les dijo que tenía buen oído”, continúa. Su formación siguió así hasta que, incitado por los docentes del conservatorio, le llegó la hora de dar el siguiente paso, el Berklee College of Music en Boston. “Mandé la solicitud con una grabación de casette, me cogieron y en septiembre de 1994 estaba volando para Estados Unidos donde rápidamente aprendí que había gente que era mucho más joven que yo y que eran mucho más músicos de lo que yo iba a ser jamás en toda mi vida”, relata, “y me di cuenta de que no era todo ser un gran instrumentalista, sino estar en el sitio adecuado en el momento correcto”.
Así fue, de hecho, como fue pasando de un punto a otro en su carrera. El primer paso, una llamada de un compañero para ir a hacer una prueba de piano a Nueva York. “Era para música latina y la verdad que yo tenía las nociones básicas. Hice la prueba y me dijeron que un hombre quería hablar conmigo. Cuando llegué, me encontré con un cubano de dos metros y pico que me preguntó que cuándo podía empezar”. Era Pedro Knight, el marido de Celia Cruz. “Fue la persona que me dio el mejor ejemplo de cómo ser un profesional. Así hubiera niebla, granizo, truenos, lo que fuera, la mujer se subía al escenario y hacía su trabajo. Y eso que ya estaba llegando a los 80 años cuando yo empecé a trabajar con ella”, la describe. Y fue lo que le abrió las puertas para trabajar en Los Ángeles con otros artistas como los Backstreet Boys. Hasta 2001.
El 11 de septiembre de ese año su carrera (y su vida) avanzó por la casualidad de no estar donde le tocaba. “Estaba en Boston, tenía que ir a Nueva York, y me quedé dormido para coger el avión”. Era el vuelo 11 de American Airlines, el primero que se estrelló contra las Torres Gemelas. “Me di cuenta de que necesitaba un cambio de vida y mi exmujer me sugirió trabajar para los medios de comunicación. No tenía muchos conceptos de composición, pero me gustó el proceso de ver cómo podía escribir una pieza y cómo esta podía dar forma y crear una emoción ligada a una imagen”.
Su primera película fue en 2005, Rize, un documental sobre baile urbano que llamó la atención de los ejecutivos de HBO Deportes, que le contrataron para el docudrama del combate entre Mayweather y De la Hoya. “Me pidieron una música que fuera entre John Williams y música urbana. Grabamos un tema con orquesta y pusimos una caja de ritmo que era muy urbana. El episodio se estrenó el domingo a la noche y el lunes por la mañana no era capaz de abrir el correo”. Entre los e-mails recibidos estaba el de uno de los grandes agentes de representación del sector. “Y así es como empezó mi carrera de compositor de deportes”.
Paradójico, porque nunca había sido un gran fan (“¡Quitando mi Dépor!”, matiza) ni mucho menos practicaba ninguno. “Pero sí que había observado una cosa que para mí era muy interesante. Especialmente con gente como Mike Tyson o Emilio Butragueño. Notaba que había un cambio muy serio en la actitud y la manera en la que se movían en el momento que no estaban trabajando, a cuando se ponían serios para competir. Ese proceso de ir de persona normal a atleta de alto nivel fue lo que yo intenté imprimir en mi música”, analiza. “En eso me inspiré cuando hice el combate del siglo entre Floyd Mayweather y Manny Pacquiao o con la serie de Facebook de Hala Madrid, pero he tenido la suerte también de haber trabajado en la Superbowl, en campeonatos de la UFC, en fútbol americano, en los Juegos Olímpicos... Había crecido con la música de grandes compositores como Maurice Jarre, que escribió Doctor Zhivago; Ennio Morricone (La Misión) o el maestro John Williams (Star Wars, Indiana Jones, E.T., Tiburón...). Son músicas que todo el mundo conoce. Y es lo que intentaba en los programas que se me asignaban, escribir una melodía que hiciera que la gente escuchase dos notas y ya supiese qué programa era”.
Puede parecer que la música y el deporte no tienen nada en común, pero son dos artes que combinados se convierten en emoción pura. “La música tiene que fluir con la emoción que estamos viendo en la pantalla. Y también con los movimientos de los deportistas, que son muy artísticos, parece que estén bailando. Michael Jordan hacía poesía del baloncesto”, afirma. Los instrumentos que más se prestan para narrar el deporte son “los metales”. “Tienen esa calidad del héroe, del gran triunfador que es capaz de superar todo y meter ese gol en el minuto 90”. Pero no todos son héroes. También hay villanos. “Ahí la banda sonora tiene que ser más pensativa, más seria. Se usa más cuerda y guitarra”, reconoce. Aunque lo fundamental es entenderse con el productor. “Les pregunto qué es lo que pretenden, qué emoción quieren provocar. Muchos ya tienen su idea. Otros te piden cosas extravagantes”. Escuchar como primer paso para crear. Y de ahí, a emocionar.
De la televisión al cine, más de cien créditos en su carrera
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En los veinte años que José Cancela ha trabajado en la industria del cine y la televisión de Estados Unidos, entre 2005 y 2025, han sido numerosos los proyectos en los que, de una u otra manera, ha puesto su sello. En el portal IMDB se le atribuyen 143 créditos de composición, 58 de música, 2 de producción y 9 de bandas sonoras. Una prolífica carrera en la que tocado muchos palos, pero cuando se le pregunta por su título favorito, por lo menos entre los deportivos, se queda con el documental Asalto en el Ring, por el que precisamente ganó un Emmy en 2009. “Es la historia de Luis Resto, que ganó un combate de boxeo porque le habían puesto escayola en los guantes sin que él lo supiese. Cuando se dio cuenta de lo que había pasado, se sintió horrible y fue a pedir perdón a los padres, del rival, que murió a los pocos meses del combate. Fue un documental muy emocionante, me gustó haber hecho una película con eso”, confiesa Cancela.
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