‘Coruña en loita’, destino del ‘hombre tranquilo’
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‘Coruña en loita’, destino del ‘hombre tranquilo’

‘Coruña en loita’, destino del ‘hombre tranquilo’
El púgil camerunés posa en la Escuela Azteca Box, su “familia” coruñesa, como él mismo asegura | pedro puig

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“Sonríe un poco, no estés tan serio, que esto es solo un juego”, espeta un veterano compañero de gimnasio y exboxeador a Dani Moukoko, mientras el camerunés posa ante nuestro fotógrafo.


‘El hombre tranquilo’ le apodan, como el título de la película que le valió a John Ford su cuarto Óscar a mejor director, y al igual que Sean Thornton, personaje interpretado por John Wayne, su pasado le marca y le obliga a tomarse el boxeo tan en serio como la dura vida que le ha tocado.


Fotografías de ‘gigantes’ del deporte de las 16 cuerdas como Jack Dempsey, ‘Sugar’ Ray Robinson, Joe Louis, Ezzard Charles ‘la Cobra de Cincinnati’, Archie Moore o Harry Greb salvaguardan la espalda del púgil africano y confieren aún mayor seriedad a su figura, ya de por sí poderosa, debido a su físico privilegiado y la enorme confianza en sí mismo que posee, a pesar de (o tal vez gracias a) los obstáculos que le ha tocado superar hasta debutar en el boxeo profesional, un sueño que cumplirá el sábado, en el Frontón de Riazor, en el combate que pondrá el broche a ‘Coruña en loita’, velada integrada por, además, once peleas amateurs y organizada por la Escuela Azteca Box.


“En A Coruña me siento a gusto, es una ciudad muy hospitalaria, donde he encontrado mucha ayuda y he aprendido lo que significa la palabra convivencia”, señala Moukoko, de 25 años de edad y que en 2014, con apenas 17, aparcó el miedo y se cargó de valentía para iniciar un éxodo que le llevó de su Camerún natal a Marruecos y, desde allí, a saltar la valla de Melilla “para buscarme la vida”, subraya.


“Logré saltarla en mi segundo intento porque la primera vez me cogieron y me echaron fuera. Pero la segunda ocasión tuve suerte y conseguí entrar”, relata, y admite que en sus inicios en España “lo pasé mal”.


“Cuando llegué a Madrid fue muy duro y tenía más miedo a salir a la calle”, confiesa el púgil africano. “No es fácil empezar en un país extranjero. El primer problema es el idioma, por eso, aunque le digo a Luis que quiero centrarme en entrenar, él siempre me insiste en que estudie para salir adelante de la mejor forma posible”, añade.


El Luis del que habla Moukoko es Luis Suárez, director de la Escuela Azteca Box, donde el joven camerunés ha encontrado su mundo.


“En España no tengo familia, estoy solo. Mi única familia aquí es Azteca Box”, dice emocionado, mientras sus ojos expresan un agradecimiento profundo e infinito.


“Aprende el idioma de forma autodidacta, le ayudamos con algunos ejercicios y hace muchas traducciones. Tiene una escritura muy bonita, se fija mucho en el tema de tildes, mayúsculas, bes, uves... en la escritura va muy bien”, apunta, orgulloso, Luis Suárez.


Inicio en el pugilismo

¿Ya boxeabas en tu país? “No. Mi aventura en el boxeo comenzó en Madrid. Tuve la suerte de encontrar a un cura que me tendió la mano y me apuntó a un gimnasio en el que estuve cuatro años trabajando. Después, me vine a A Coruña, donde, por fortuna, encontré a Luis, que me rescató de la calle y me volvió a iniciar poco a poco”, narra.


En 2018, pisó las calles herculinas por primera vez y se convirtieron en su refugio —y lecho—, hasta que el director de Azteca Box se enteró.


“Cuando llegué, no tenía nada para pagar el gimnasio, pero Luis, con el corazón y ese cariño que tiene por la gente, me tendió la mano. Me regaló un par de guantes y empecé a entrenar. Un día me dijo, vamos a conseguirte una pelea, pero después de mis tres primeros combates, yo seguía durmiendo en la calle porque no me atrevía a decírselo. Cuando se lo comenté, se enfadó mucho y desde ese día me ayudó en todo lo que pudo para que tuviera un sitio donde vivir. “Ahora puedo dormir, ducharme y comer sin problema”, detalla.


¿Por qué no le dijiste a Luis que no tenías dónde dormir? “Por orgullo. Se pasa mucho frío, y un día me pillaron unos jóvenes, que qué hacía ahí... lo pasé un poco mal”, recuerda con temor.


“Al principio, durmió en el gimnasio alguna vez, hasta que le encontramos una habitación. A ver si pronto la vida nos puede sonreír un poco más y puede tener su apartamento chiquitín alquilado”, desea Luis Suárez, quien destaca la “lealtad” y la calidad humana de Dani Moukoko.


“Posee unas condiciones muy buenas para el cuidado de personas mayores y niños porque tiene un alma increíble. Aparte de la velada, que el tema deportivo es fundamental, ostenta unos valores humanos propicios para encontrar un trabajo de ese tipo para compaginarlo con el boxeo”, subraya su mentor, que presume de que “será una velada diferente porque van a acudir muchos niños de entre 8 y 12 años que quieren ir a animar a Dani porque tiene mucha mano con ellos”.


“La parte bonita de mi aventura es que me ha sorprendido la gente, me han acogido como si fuera su hijo. No les importa el color de la piel ni nada. Por ejemplo, en el caso de Luis, nunca ha pensado así conmigo, siempre me ha cogido de la mano, me ha llevado a los sitios y me ha ayudado muchísimo”, declara con admiración.


Luis, ¿qué has aprendido con esta experiencia? “Aunque siempre intento ayudar a la clase obrera, hay gente que está peor. La llegada de Dani fue un golpe de realidad en toda regla. Desde el 2018 sabemos de primera mano lo que es que alguien tenga que tirar para delante porque no le queda otra, pero también sabemos lo que es la solidaridad, que no la caridad”, indica el entrenador.


“Lo veo fortísimo”

Moukoko, cuyo sueño es “ser como todo el mundo e ir poco a poco hasta donde Dios me lleve”, afirma que “cuando me subo al ring, me siento muy activo y disfruto mucho”.


“Lo veo muy bien. Físicamente está muy fuerte y mentalmente lo noto fortísimo. Él no sale al ring para especular, sino para ganar porque tiene una mentalidad y un espíritu competitivo muy fuertes. Y al mismo tiempo posee la capacidad de controlar las emociones”, explica Suárez de cara al combate del sábado, pactado en el peso supermedio, contra el malí Yossouf Koné, un púgil de 30 años que reside en Barcelona y que ha disputado dos peleas como profesional.


El entrenador añade que “va a haber 900 personas en las gradas, cámaras, pero nosotros vamos a salir a lo nuestro, centraditos, a pelear bonito y a estar enfocados única y exclusivamente en el ring”.


“Del boxeo he aprendido a tener paciencia porque todo llega con tiempo y con calma”, sentencia Moukoko, ‘el hombre tranquilo’.

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