En un mundo en el que siempre tenemos prisa, muchas veces injustificada, irrumpen en nuestro entorno los vehículos eléctricos. La primera pega que les ponemos es que hay que recargarlos para hacer un largo viaje, lo que significa parar y con ello rebajar la media de velocidad y retraso en la llegada.
Pero eso no es totalmente cierto si nos proponemos llegar a destino sin estrés y mucho más descansados. Hicimos más de 600 kilómetros a bordo de un Cupra Tavascan Endurance y no vamos a negar que quizás perdiésemos alrededor de una hora con respecto a otro vehículo que no fuese totalmente eléctrico, pero no es menos verdad que el viaje fue más relajado, silencioso, suave, confortable y económico.
Porque ir de Madrid a Lisboa, que fue el recorrido, nos permitió disfrutar de la belleza y el encanto de las tierras centrales de España; pudimos descansar algo más de media hora en total y no conocimos esa angustia que nos atenaza si encontramos tráfico o cuando vamos a hacer un adelantamiento.
Todo eso desapareció porque, para estos casos, el Tavascan Endurance nos ofreció siempre una salida espectacularmente rápida, en el mismo momento en el que pisamos el acelerador.
El vehículo eléctrico, no lo vamos a negar, tiene por ahora bastantes problemas, pero quizás las ventajas logran tapar esas faltas, compensándonos con una vida mucho mejor.