El varapalo frente al cuadro rojillo encendió a la grada blanquiazul, que despidió a su equipo con pitos y pañuelos. No se salvaron ni jugadores ni directivos. Además, provocó una de las ruedas de prensa más duras que se recuerdan del entrenador, Pablo Machín, cuestionando la actitud y la capacidad de los futbolistas.
El técnico, eso sí, asumió toda la responsabilidad del desastre y se mostró convencido de que la plantilla revertirá la situación. En cualquier caso, el naufragio parece ahora mucho más cercano que antes, ya que el cuadro catalán no soluciona ninguna de sus asignaturas pendientes.
Los fallos del Espanyol son ya conocidos por todos. Para empezar, su rendimiento en el RCDE Stadium es pésimo: es el peor conjunto de Primera división como local con sólo un punto sumado en casa. Además, su olfato realizador está apagado. Suma cinco dianas, sólo una más que el Celta, el menos goleador de la categoría.
La concentración defensiva es otro aspecto a mejorar y contra Osasuna el equipo acabó sonrojado. Los errores individuales propiciaron que el rival remontara un 1-0 en sólo tres minutos. De hecho, cuando el contrario estaba con un futbolista menos, por doble amarilla, todavía encajó dos tantos más.
A día de hoy, el Espanyol no emite ninguna sensación que invite al optimismo. Queda mucha liga, más de media temporada, pero la dinámica es tremendamente alarmante.