El Cádiz CF resistió setenta minutos en Balaídos con un futbolista menos para sumar un punto de oro ante el RC Celta (1-1), que, pese a la tempranera expulsión de Chust, volvió a mostrar su falta de pegada en ataque, una de las claves para seguir sin ganar un partido en su campo y mantenerse en la zona de descenso de la Liga.

El Celta tuvo varias aproximaciones en los primeros minutos, con su peligro concentrado desde la banda izquierda. Con una combinación de varios pases rápidos, el balón se plantó en el área pequeña pero Larsen remató alto; poco después, el delantero nórdico probó con otro lanzamiento.

La puesta en escena del Cádiz fue buena: presionó arriba la salida de balón del rival, evitó las pérdidas que posibilitasen algún contragolpe del conjunto gallego. El equipo de Sergio González estaba cómodo. Y mostró su veneno en ataque con un saque de portería largo. Fue su única ocasión del primer tiempo. La secuencia del gol tuvo un error defensivo de Starfelt, un centro preciso de Alejo y un gran cabezazo de Chris Ramos, que aprovechó que el central sueco estaba fuera de su posición. Una llegada, un tanto.

Esa pegada gaditana contrastó con las oportunidades malgastadas por el Celta, sin precisión a veces, otras estrellándose con el portero. Su desacierto se agudiza. Diego Gil se estiró para sacar con una mano un buen tiro de Mingueza desde la frontal del área.

Manu Sánchez buscó a Larsen desde la izquierda, Kevin colgó un buen centro lateral desde la derecha. Pero al delantero noruego le faltó puntería.

El Celta mostró entonces una marcha más, creció su intensidad en los duelos. Uno de ellos, una pelota que rebañó Tapia cerca del centro del campo, finalizó con un balón largo a Aspas, que, en su carrera hacia dentro del área, fue derribado por Víctor Chust.

Gil Manzano expulsó al defensa con tarjeta roja. La sala VOR dialogó con el árbitro y autorizó su decisión, muy protestada por el Cádiz.

El Celta exhibió sus miserias ofensivas hasta el descanso. Tuvo la pelota, encerró al Cádiz, pero su pegada fue pobre. Acumuló ocasiones sin un final feliz: un tiro de Aspas que despejó David Gil, un cañonazo de Tapia y un cabezazo de Unai Núñez.

Ese guión de acoso celeste continuó en el inicio de la segunda parte. Rafa Benítez potenció su ataque con Carles Pérez y Hugo Sotelo, retirando dos defensas. El Cádiz quiso acorazarse sobre su área. Pero apenas aguantó el empuje local. Flaqueó en la primera llegada. Mingueza picó la pelota hacia la banda izquierda de Manu Sánchez, un centro lateral suyo pasó por delante de todos los defensas, Larsen empujó el balón para empatar el partido.

Ese gol temperó la ansiedad de Balaídos. El Cádiz se amuralló, el Celta insistió con su plan. Siguió el asedio, a veces con paciencia, a veces con demasiadas acciones individuales, imprecisas. No separó sus líneas el equipo visitante. Cuando lo hizo, el conjunto celeste encontró alguna solución para poder derribar el muro, como cuando Aspas, tras una recuperación y ver la defensa rival descolocada, se asoció con Larsen, un pase con espacio para que el noruego armase un buen disparo que sacó David Gil con un paradón.

Le costó al Celta tener oportunidades claras como esa. No tuvo claridad en ataque, pese a tener un jugador más en el campo. Hugo Sotelo lo intentó con un tiro de falta, desviado; Ristic y Bamba, con lanzamientos desde fuera del área. La más clara llegó cerca del final con un cabezazo de Bamba en el área pequeña y otra gran aparición de David Gil, epílogo de un partido en el que el equipo de Rafa Benítez, que metió en el campo al delantero Douvikas cuando solo faltaban cuatro minutos, no supo certificar con goles su superioridad numérica durante casi setenta minutos.