Cada viernes, el Concello de A Coruña organiza una de sus andainas para conocer la historia del deporte coruñés. El busto de Arsenio Iglesias es el lugar de encuentro. Desde allí, Suso Martínez marca el ‘paso de vencedores’ e ilustra.
Ayer, con la camiseta del Depor, afrontó la que (ojalá) puede ser la última visita a Riazor con el club en Primera RFEF. La prudencia reinaba en el grupo. El deportivismo no las tiene todas consigo. Han sido tantos los golpes, que las dudas y los miedos son comprensibles.
Han pasado más de 115 años desde que surgió el Deportivo en la Sala Calvet, en la calle de la Galera, de los primeros chuts al balón, de los partidos en donde hoy está el colegio de las Esclavas. Allí, a los pies de la playa de Riazor, comienzan las explicaciones al detalle. Lo mejor es reservar turno y acompañar al guía para conocer los entresijos de la historia.
En el relato aparece el Marte, que viste como River Plate, el equipo de un “extraterreste” como Luis Suárez. “Soy un Riazor Blues haciendo la visita guiada. Me emociono”, confiesa Suso. Aunque para emoción, las lágrimas de la Liga perdida en el 94, compensada, en parte, con la Copa del 95. Pura “justicia poética con Arsenio”.
Y de ahí a Riazor. A lo que fue y a lo que es. Pasamos por Manuel Murguía, “una especie de paseo de la fama” con Luis Otero, Chacho o Acuña. Del Mundial del 82 a 2022, en un estadio que se prepara para la final de las 18 horas.