Gatillazo del Dépor, eliminado de la Copa en Ourense
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17º-23º

Gatillazo del Dépor, eliminado de la Copa en Ourense

Gatillazo del Dépor, eliminado de la Copa en Ourense
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Entre la épica de victorias impensables a domicilio e inopinados desastres, el Deportivo se empeña en mostrarse poliédrico. Nunca se sabe que cara va a mostrar el equipo. En Ourense, en una eliminatoria de Copa que parecía accesible y además cómoda porque no implicaba grandes avatares a nivel logístico, el equipo volvió a caerse y los habituales suplentes ahora de Gilsanz y antes de Idiakez, siempre de Soriano, volvieron a mostrar sus debilidades. La Copa del Rey muere para el Deportivo, dos veces campeón, a las primera de cambio después de un postrero gol del Ourense en O Couto justo cuando el equipo parecía levantarse, ya con sus mejores futbolistas ya sobre el campo tras unos minutos lamentables. Por eso también duele el golpe... ¡Por tantas cosas duele!

 

El Deportivo no lo pasó bien. De inicio le faltó velocidad y prestancia para mover la pelota y girar al rival, le faltaron espacios para correr ante el modesto Ourense CF, el viejo Ponte, el equipo de barrio que este año se estrena en Primera RFEF y que ha mejorado de forma sustancial desde que hace un mes el coruñés y deportivista Pablo López se hizo cargo del equipo. Así, el Dépor se encontró con un rival al que ya se le suponía entusiasmo, pero que además supo ordenarse para que no le dañasen. Y el once alternativo que alineó Óscar Gilsanz no encontró la manera de hincarle el diente al partido porque muchos de sus futbolistas, sin apenas minutos en la Liga, apenas arriesgaron con el balón en los pies. 

 

Hubo excepciones. Desde luego la de Hugo Rama, que siempre ofrece algo diferente para lo bueno y para lo mejorable. Desde la mediapunta trató de alumbrar las tinieblas del equipo e incluso se acercó al gol tras una obra de orfebrería en el balcón del área que culminó con una rosquita que se marchó cerca del palo. Ya había transcurrido más de media hora desde el inicio de un partido que amaneció premioso y en el que apenas Gauto había desafiado la atonía generalizada con un par de caracoleos y un disparo que detuvo el eterno meta Guillén. El extremo argentino volvió a iniciar muchas cosas y a finalizar pocas. Con todo, fue de los pocos que en algún momento buscó la verticalidad. No basta. Es su trabajo. Hay que dar más.

 

No fue profundo el Dépor durante bastantes minutos. Se acomodó a su superioridad defensiva, gracias a la que desactivó cualquier ambición local. Pero le faltó engranar un par de marchas más. En el manejo de esa caja de cambios estaba Charlie Patiño, que trabajó en el eje del mediocampo sin excesiva relevancia. El Ourense tampoco se sintió muy incomodado, apenas lo estuvo cuando se animó a subir líneas y el Deportivo pudo transitar o tirar algún desmarque de ruptura. Pero no cabía pedirle valentía al Ourense si su granado rival tampoco la demostraba. Si de algo puede acusarse al equipo de Gilsanz en la primera hora de partido fue de su ausencia de codicia para acudir a por el rival y, en definitiva, a por la eliminatoria.

 

De camino al ecuador de la segunda parte a Gilsanz le empezaro a apretar los zapatos. Ya había retirado del campo a Alfaro para darle piernas al equipo con Villares y guardó, para darle carrete al fabrilista Aarón Sánchez, a Pablo Martínez, titular y caudillo de la zaga en la primera parte, para no acumular esfuerzos. Pero el equipo se le cayó en cuanto Pablo López introdujo también sus refrescos. El Dépor perdió el dictado y se acható ante un rival que le encimó. Lucas y Mella calentaban amenazantes en la banda. Gilsanz pareció esperar entonces por una acción episódica que le pusiese en ventaja y evitase ponerlos en juego. No hubo opción a que se tomasen una jornada de descanso en Ourense.

 

Prado, en un remate de cabeza, y el exdeportivista Jairo Noriega, con un chut lejano, estuvieron cerca del gol. Gilsanz no se lo pensó más. Yeremay no estaba en esa convocatoria que el club guarda bajo siete llaves. Sí lo estaban Lucas y Mella, que entraron en sustitución de Hugo Rama y Gauto, de los que ya hacía tiempo que no había noticias. El partido viró. Lucas empezó a hacer jugar a sus compañeros. Por ejemplo a Patiño, al que regaló la opción de un remate que sacó Guillén a córner. Apenas quedaba un cuarto de hora para el noventa y Lucas mandó parar. Herrera estuvo cerca del gol tras otra genialidad del capitán, muy superior a todos los futbolistas que estaban sobre el campo. Con él de la mano el equipo pareció empezar a caminar hacia la victoria ante la portería en la que se agolpaba la afición deportivista. Por si había dudas, con la mirada ya en la prórroga y a dos minutos del noventa, Gilsanz puso a Soriano en la línea de salida mientras el Ourense iba a sacar un córner. Y allí todo se liquidó. Otra vez el balón parado castigó al Deportivo, incapaz de defender con solvencia un centro al corazón de su área que Ángel Sánchez, un jornalero del fútbol de bronce, pasaportó a la red.

 

El árbitro concedió cinco minutos de prolongación, tiempo en el que del Deportivo se abocó a una inocua contrarreloj para evitar el gatillazo. Resistió el Ourense, al que no se puede considerar un vencedor inmerecido: explotó sus recursos en todo momento, fue a más para igualar fuerzas ante un rival al que se suponía superior, aguantó el chaparrón cuando Lucas le obligó a sacar el paraguas y se trabajó una opción de triunfo que supo plasmar. Todo ello envía al Deportivo de nuevo al rincón de pensar. La Copa no es un objetivo, pero sí una ilusión por traer equipos de Primera a Riazor y, sobre todo, un buen plan para que los futbolistas con menos minutos pudieran disponer de vuelo para ponerse a punto. Porque por ahora queda claro que no están al nivel que cabe exigirles. 

 

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La decepción de Lucas Pérez tras el partido | FERNANDO FERNÁNDEZ

 

 

 

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