Era octubre de 2023. La mala fortuna y varias lesiones inoportunas habían diluido por completo el inicio esperanzador del Deportivo en el cuarto intento de volver al fútbol profesional. De pronto, un empate en El Toralín ante la Ponferradina daba con el equipo blanquiazul en puestos de descenso a Segunda RFEF. Barro sobre barro. Se repite una y otra vez que en estas situaciones es cuando siempre aparecen los mismos para sacar las castañas del fuego. El “romper en caso de emergencia” significa echar mano de canteranos cuando ya no queda más de lo que echar mano. Y ahí para Imanol Idiakez apareció Martín Ochoa. A sus 19 años, el riojano se convirtió en el gran héroe de la Nova Creu Alta en una de esas finales con las que nadie cuenta tan pronto en el calendario. Aquella tarde ante el Sabadell, su gol sirvió para sacar al equipo blanquiazul de la zona roja y, probablemente, también salvar el puesto del técnico vasco que posteriormente acabaría logrando el ascenso tras una segunda vuelta brillante. Ochoa anduvo para que Davo pudiera correr.
Todo lo que ha venido después ha sido menos bonito y bastante más oscuro para el joven delantero al que se le habían caído los goles durante toda su etapa de formación desde que llegó a Abegondo en edad Cadete. Idiakez le dio la titularidad dos partidos más, pero pronto pasó al banquillo. Entre ese tanto frente al cuadro arlequinado y la operación a la que fue sometido en Navidades y que terminó explicando muchas cosas, Ochoa jugó únicamente 147 minutos. Ahí tuvo que pasar por el quirófano para resolver un síndrome compartimental que le provocaba pérdida de sensibilidad en los pies. Tras la incertidumbre inicial con los plazos de recuperación, el jugador volvió pronto y a principios de febrero ya estaba de nuevo sobre el césped. Eso sí, defendiendo la camiseta del Fabril. El parón por la lesión y el despegue del primer equipo le quitó cualquier opción de retomarlo donde lo había dejado y tocaba volver a la casilla de salida. No fue un regreso agradable, en todo caso, porque su hoja de servicio con el filial de ahí a final de campaña fue de seis partidos, dos como titular, y apenas 223 minutos por diferentes problemas físicos que no tenían que ver con la lesión resuelta en la intervención, pero que sí fueron apareciendo por la inactividad.
“Fue un problema muy grave, pero ahora estoy feliz de haberlo resuelto”, apuntaba el jugador cuando terminó la Liga después de que, además, el Deportivo le mostrara su confianza con su segunda ampliación de contrato en unos meses. 2026 como regalo de Navidad y 2028 en marzo, asegurándole al goleador un futuro a medio plazo que daba tranquilidad para recuperar su mejor versión. También él puso de su parte aceptando mantener ficha del filial después de que el anterior acuerdo le garantizara un dorsal del primer equipo a partir de ese verano de 2024.
Con el ascenso del Dépor a Segunda y la llegada de nuevos delanteros para la punta del ataque, ambas partes decidieron que la mejor opción era cederlo. El destino elegido fue el Lugo, pero el Anxo Carro, como viene siéndolo desde hace años, no fue una plaza amigable para el ariete. Estuvo a las órdenes de hasta tres entrenadores para completar una campaña de más a menos en cuanto a minutos y en la que solo consiguió marcar un tanto, el pasado mes de febrero en el empate albivermello ante el Bilbao Athletic.
Ochoa regresó a Abegondo este verano después de acumular experiencia en Primera RFEF, con unos números que maquillan una realidad más complicada. Porque para un chico que todavía cumplirá los 21 años en diciembre, firmar 28 partidos, 13 como titular, y 1.077 minutos en su primer curso formando parte de una plantilla en la tercera categoría, es un logro notable. La mayor pega probablemente sea la dinámica que lo llevó a que, de esos encuentros en los que salió de inicio, solo tres fueron en la segunda vuelta, perdiendo gran parte de protagonismo hacia el tramo final, cuando el Lugo se jugaba la permanencia.
¿Y ahora qué? No tiene que ser necesariamente malo vivir apartado de los focos, pero desde hace semanas Martín Ochoa es uno de los futbolistas que ha iniciado la pretemporada a las órdenes de Antonio Hidalgo y ha pasado completamente inadvertido. Son muchos los factores que contribuyen a esta situación, entre ellas la aparición de nuevos talentos en una sociedad que no espera por nadie y siempre busca el siguiente impacto. Por supuesto, también la necesidad de firmar a otro delantero a pesar de que el club cuenta en nómina con dos nueves todavía a pesar de haber conseguido dar salida a otros dos con las operaciones de Barbero y Alcaina.
Resulta altamente improbable que Martín Ochoa continúe en la plantilla del Deportivo cuando cierre el mercado y, al mismo tiempo, llama la atención la fugacidad de los momentos para estos jóvenes canteranos que no lo tienen sencillo para llegar, pero desde luego se le complica más todavía el hecho de mantenerse.
Y así, mientras pretende dejar una buena primera impresión en Antonio Hidalgo, el riojano trata de elegir minuciosamente el siguiente paso que mejor pueda sentarle a su carrera. Lo hace con el privilegio que le da tener dos ases en la manga que facilitarán cualquier desenlace. El primero es ese citado contrato hasta 2028 que ofrece una buena red de seguridad y fija, además, la meta de tener margen todavía para convencer al club y llegar a hacerse un hueco en la plantilla en las próximas temporadas. El segundo es el de la edad. Nacido en 2004, todavía cuenta como futbolista sub-23, una condición siempre cotizada para los directores de plantillas de Primera RFEF y que le abrirá seguro las puertas para poder demostrar que estos dos años le han quitado de encima un buen número de miradas, pero que sigue teniendo todavía ese instinto goleador que le marcó el camino a la Nova Creu Alta.