La grandeza del fútbol en general y del RC Deportivo de La Coruña en particular trasciende a los terrenos de juego; la pasión que algunos aficionados sienten por su club no encuentra una explicación racional.
La conmovedora historia de Javier Pérez ejemplifica hasta qué punto un equipo de fútbol puede significar el todo más absoluto.
Nacido en Palma de Mallorca en 1983, fue seducido por el ‘Superdepor’ desde su más tierna infancia, desafiando a los colores de su padre, seguidor del Real Madrid.
Al tiempo que iba creciendo y adquiriendo conocimientos futbolísticos, el Depor empezaba a hacerse un hueco entre los grandes, perdiendo la Liga en el último minuto en 1994 pero desquitándose un año después con la conquista de la Copa del Rey de 1995.
La vida de Javier Pérez irradiaba ímpetu y felicidad plena hasta que apenas unos años más tarde los médicos le detectaban una de las denominadas “enfermedades raras”, una ataxia de Friedreich, dolencia degenerativa que lo dejó por desgracia en silla de ruedas muy joven.
Lejos de abandonar su devoción por el RC Deportivo, Javi incrementó su fidelidad hacia la escuadra de Riazor, prometiéndose a sí mismo que no quería morir sin asistir a un encuentro oficial en el templo blanquiazul.
De este modo, escribió una misiva al club de la Plaza de Pontevedra contándole al Consejo de Administración –entonces presidido por Augusto César Lendoiro– su anhelo de desplazarse desde las Baleares para ver en directo a aquel equipo que fascinaba en la liga española y en Europa.
Sin pensárselo dos veces, la directiva del conjunto coruñés accedió a cumplir el deseo del impenitente seguidor, al que recogió el propio consejero Luis Sánchez Doporto, ‘Luisín’, en su céntrico hotel en la ciudad herculina.
Fue en este preciso instante cuando trabó una amistad infinita con Jesús Rico, incondicional deportivista y propietario de la cafetería-restaurante Prima-Maje, que se volcó completamente con él al conocer su singular historia.
Así pues, el RC Deportivo lo invitó a las gradas del estadio herculino para contemplar un duelo ante el Mallorca que concluyó con empate (1-1).
Augusto César Lendoiro lo recibió con inmensas muestras de cariño a pie de campo en el propio recinto municipal herculino, donde, además, pudo conocer en primera persona a sus ídolos desde niño, jugadores como Valerón, Donato, Luque o Diego Tristán, que se quedaron impresionados por la valentía y arrojo del adepto mallorquín.
Pese a que los achaques de su afección eran cada vez más evidentes e imposibilitantes, Javi vivía cada instante con la máxima intensidad y preparaba cada desplazamiento a A Coruña con una ilusión desbordante, pidiendo camisetas y autógrafos de sus futbolistas preferidos.
Lamentablemente, después de haber consultado con numerosos especialistas, el joven aficionado deportivista, al que en Palma conocían por el sobrenombre de ‘el coruñés’, decidió que su lucha era estéril y solicitó por medio de su familia que le concediesen la eutanasia.
Con desgarradora entereza le pidió a sus familiares y amigos que le ayudasen a abandonar este mundo sin prolongar el sufrimiento, siendo su última voluntad recibir la inyección letal ataviado con los colores blanco y azul del RC Deportivo.
Jesús Rico, sin pensárselo dos veces y aunque era sabedor de la dureza psicológica de la situación, no titubeó a la hora de acompañarlo en sus últimas horas de vida.
En efecto, estuvo presente con él el 3 de diciembre de 2021 en la isla balear, donde se topó con un Javi Pérez muy entero y decidido a cumplir con su deseo.
“Muchas veces me decía que no había podido nacer del RC Deportivo, pero que se moriría como deportivista”, destaca a este diario un emocionado Rico, que narra sus últimas vivencias junto a su amigo fallecido. “En esos últimos días la enfermedad apenas le permitía hablar y cuando me vio allí con la equipación del Deportivo dijo varias palabras de agradecimiento, los enfermeros de la residencia donde vivía no daban crédito a lo sucedido”, agrega el hostelero herculino.
En principio, el seguidor había transmitido a su familia que quería ser incinerado con la ropa del RC Deportivo, pero finalmente, y llegado el momento de irse, consideró que era un legado demasiado importante para ser perdido y se lo dejó en recuerdo a sus familiares.
Amigo personal del exdelegado Barros Botana, así como de varios futbolistas del primer equipo, su desaparición causó un hondo pesar en el vestuario blanquiazul. Su padre, Antonio, así como su hermana Luisa, su novia Elena, y sus sobrinos, Nuria y Esteban, le escribieron al Depor agradeciendo el trato dispensado a este hincha sempiterno, ejemplo para muchos deportivistas.