Fuera por sanción o por lesión, vivir sin José Ángel es algo para lo que Óscar Gilsanz se ha venido preparando en las últimas semanas. El mediocentro andaluz arrastraba cuatro amarillas desde hace jornadas y, lo que es peor, las secuelas de una pubalgia que amenazaban con dejarlo KO en cualquier momento. Lo que es una realidad ahora mismo es que se ha caído por el aspecto disciplinario después de una entrada dura, pero más que limpia, que Muresan Muresan convirtió en amarilla y nadie en los despachos ha decidido modificar a pesar de los recursos.
Esta situación abre la puerta para lo que parece la solución más obvia: el regreso del doble pivote Mfulu-Villares. Es obvio porque el congoleño ha sido el recurso que el técnico blanquiazul ha estado utilizando desde el banquillo recientemente y además es talismán, ya que con esta pareja en la sala de máquinas el Deportivo todavía no ha perdido un partido en lo que va de temporada.
La muestra no es demasiado amplia, pero sí tiene a su favor que la combinación ha sido probada por los dos entrenadores que han pasado por el banquillo herculino este curso y el resultado ha sido muy similar. Seis partidos, con cuatro empates y dos victorias. Idiakez decidió romper el doble pivote del ascenso después de las primeras seis jornadas y el estreno de Mfulu acompañando a Villares no pudo ser mejor: el 2-5 en el Carlos Belmonte que supuso la verdadera llegada del equipo a la categoría de plata.
En las dos siguientes jornadas ambos consiguieron asentar esa solidez en la medular, pero el crédito del técnico vasco estaba en números rojos y decidió romperlo después de dos 0-0 consecutivos frente al Málaga en Riazor y contra el Elche en el Martínez Valero. Las urgencias obligaron a una vuelta de tuerca frente al Eldense en casa y el de Vilalba cedió su puesto a Mario Soriano en un encuentro en el que Mfulu terminó lesionado.
Fue esa lesión, precisamente, unida a los problemas de pubis de José Ángel, la que provocó que Gilsanz heredara un equipo en el que tuvo que hacer encaje de bolillos para armar el doble pivote tan característico que estructura sus equipos. Villares y Soriano fueron aguantando el tipo hasta que el africano se recuperó. En el momento en el que estuvo disponible, regresó al once, de nuevo con el capitán como compañero. Tampoco llegó la derrota en una nueva serie de tres encuentros. Sporting y Zaragoza en casa, ambos sellados con 1-1, y otra goleada, en este caso también en Riazor, frente al Castellón por 5-1.
El rocambolesco mes de enero que empezó con sanción para Villares y acabó con lesión para Mfulu, curiosamente contra el Tenerife en el Heliodoro, hizo que no volvieran a coincidir de inicio, aunque la participación de este último ha ido creciendo en los encuentros recientes, en los que han compartido los 20 minutos finales de los duelos frente a Racing de Ferrol, Cádiz y Mirandés. Eso sí, con los roles intercambiados. Porque si en la primera vuelta los galones que daban la experiencia en el fútbol profesional le otorgaban el mando al ex de Las Palmas, el momento de forma actual del ‘8’ blanquiazul hace que ahora mismo nada se mueva en el centro del campo sin que lo supervise el que lleve el brazalete.
Es por eso que parece claro que Villares estará hoy entre los once elegidos, mientras que el escaso margen para la sorpresa está en su acompañante. Con Patiño desaparecido, la otra opción dejaría una pareja inédita para mover el motor del Deportivo y sería la formada por el de Vilalba y Denis Genreau. No está teniendo demasiadas oportunidades el australiano, que apenas suma 118 minutos repartidos en cinco jornadas desde su llegada en el tramo final del mercado de enero. Su única titularidad hasta la fecha fue en Castalia llevando la batuta junto a José Ángel, un estreno que no salió demasiado bien.
Apostar por Genreau supondría además un cambio de función para Villares. Porque si con Mfulu estaría en disposición de replicar lo que venía haciendo cuando tenía al lado a Jurado, completar con su dinamismo a un mediocentro más posicional, si el elegido el ‘2’, le tocaría a él asumir un papel más controlado para dar equilibrio en defensa y al mismo tiempo ser el que pusiera la primera piedra en el inicio de juego entre los centrales.