CAMPEONES 25 | Mauro Silva, cuando la perfección vestía de blanquiazul
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CAMPEONES 25 | Mauro Silva, cuando la perfección vestía de blanquiazul

CAMPEONES 25 | Mauro Silva, cuando la perfección vestía de blanquiazul
Mauro Silva posa ante una bandera gallega el día que obtuvo el pasaporte español | ARCHIVO DXT

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El último día de mayo de 1992 un joven bien trajeado entró en el palco del estadio de Riazor. Pasó desapercibido. En un mundo menos global que el de ahora casi nadie reparó en que el partido entre Deportivo y Atlético lo presenció un futbolista que ya era más de veinte veces internacional con Brasil que estaba a punto de firmar un contrato de cuatro años que le iba a cambiar la vida. Mauro Silva (Sao Bernardo do Campo, Brasil, 1968) figura en el callejero coruñés. A partir de ahí puede empezar a entenderse su significado en el Deportivo y en la ciudad.


Aquella tarde de mayo el equipo coruñés iba de cabeza a jugarse la permanencia en un doble duelo de promoción contra un rival de Segunda, que al final fue el Betis. Con Mauro viajó el vicepresidente del Bragantino, Gianfranco Mazzera, “un señor que decía que era abogado, pero no lo era”, previene Lito Míguez, el intermediario que puso al Dépor en el camino correcto para llegar al jugador. “A Mauro lo quiere no sólo la Roma sino también el Tottenham y el Schalke 04, pero Brasil tiene mucho más que ver con España que Inglaterra o Alemania”, explicó el dirigente brasileño, muy interesado en cerrar el negocio. Lendoiro zanjó las dudas sobre que pasaría si el equipo perdía la categoría. “En ningún caso se va a producir el descenso y el año que viene nos clasificaremos para la Uefa”. Lo clavó. 


Pero antes tuvo que acostumbrarse a unos modos y maneras especiales. “Para cerrar el traspaso de Mauro llegó Mazzera con los gemelos hijos de Nabi Chedid, el dueño del Bragantino. Aparecieron en el club con bolsas de deportes para llevarse el dinero en efectivo”, recuerda Míguez. Lendoiro le llamó a un aparte: “Oye, tranquilízalos, que se quieren llevar la pasta en efectivo, diles que aquí no se hacen las cosas así”. 
El caso es que los brasileños no querían firmar hasta tener el dinero en una cuenta y Lendoiro, que veía el percal, decía que no pagaba hasta que firmasen. Las bolsas se fueron vacías, se llenó una cuenta corriente con 2,7 millones de dólares y Mauro se casó dos días después como jugador del Deportivo. Le dijeron: “Acostúmbrate que vas a perder muchos partidos”. El primer año en el equipo aquel SuperDépor con Arsenio al mando pasó de jugar la promoción a luchar por ganar la Liga. Acabó tercera tras ser líder durante medio campeonato.

 

Dos lesiones y un año en blanco

Su impacto fue inmediato. Su radio de acción en la cabeza del área era impenetrable, garantizaba siempre una salida fluida de balón, lo recuperaba y era imposible quitárselo. Hábil para anticiparse al rival, ganador en balones divididos. Era sobre todo un gran corrector, el compañero con el que deseas jugar siempre al lado.  Con todo, quizás su mejor virtud fue la de conocer sus límites y administrar su capacidad en el juego de ataque. Era, ante todo, un líder esforzado que superó su peor momento tras tocar la gloria, en 1994, tras ganar el Mundial poco después del trauma del penalti que resolvió la Liga en favor del Barcelona.

 

A una gravísima lesión en la rodilla izquierda se sumó otra en el tobillo derecho, una osteocondrosis que le tuvo al filo de la retirada. Pasó un año en blanco que le alejó, por ejemplo, de la final de Copa ganada al Valencia. Pero regresó inmenso y en el año 2000 era el bastión del centro del campo deportivista. Y siempre dice que aquel partido contra el Espanyol se ganó con el corazón. Poco después de aquel 19 de mayo, en pleno verano y cuando tenía que retomar los entrenamientos, anunció su regreso a Brasil por motivos personales. Hizo pública una carta de despedida ya desde su país. Pero a los diez días regresó y se encontró con que un millar de personas le esperaban ante la terminal de Alvedro.


Poco después desechó la opción de fichar por el Real Madrid. “Estoy en el equipo de mi vida”, confesaba, el equipo con el que se sacó el pasaporte español, se abrazó a la bandera gallega y se convirtió en un koruño más.  De ello ejerce en Sao Paulo, como dirigente de la federación paulista. Allí rechazó en hasta en dos ocasiones la opción de hacerse cargo de la presidencia del Deportivo. “Durante 13 años estuve en un proyecto en Galicia y lo di todo. Me encantaría ser presidente del Dépor, pero no puedo. De la misma manera que cuando estaba en el Dépor y me salía una propuesta de otro equipo yo me quedaba en A Coruña porque tenía un compromiso. Ahora ocurre lo mismo en São Paulo. Tengo una deuda con el fútbol brasileño”, explicó.


Que los jóvenes que no vieron jugar a Mauro logren entender ante que tipo de jugador estamos bastaría que viesen los vídeos de aquella temporada en la que el equipo fue campeón o exhibiciones como las que hizo en 2002 ante Arsenal en Highbury o contra el Real Madrid en la noche del Centenariazo en la que le llegaron a comparar con Obdulio Varela, el caudillo del centro del campo uruguayo que frustró a Brasil en el Maracanazo que decantó el Mundial de 1950. 


El periodista Santiago Segurola concluyó que Mauro debería ser a la La Liga lo que Jerry West a la NBA, que su figura debería identificar el logo del campeonato. Porque más allá del fútbol había una ética personal y profesional hacia todo lo que rodea un mundo en ocasiones tan áspero. Mauro era un tipo que bajaba a firmar autógrafos a los niños que le timbraban al portero automático para que les estampase un recuerdo, el hijo de un mecánico que murió en un accidente laboral cuando él tenía doce años y que siempre advirtió que la fama del fútbol era voluble y finita.


Mauro supo entender a Irureta. Entendió el rol del entrenador, su mano izquierda para sortear las emboscadas de un vestuario en el que todos se creían con derecho a ser titulares. “La mayor virtud de Javier fue que siempre aceptó las disculpas de un futbolista. Y lograba dirigir todas las energías en el mismo sentido”; explicó tras ganar la Liga. 

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