La pesadilla del balón parado ya es un viejo mal sueño para el Deportivo. La faceta desde la que el Dépor de Imanol Idiakez subsistió en sus peores momentos en Primera Federación se había transformado este curso, con el salto de categoría, en un drama en todos los puntos cardinales del campo. Lo que era fortaleza se convirtió en debilidad.
En un inicio de temporada 2024-25 pobre, el cuadro herculino fue incapaz no solo de producir soluciones desde las acciones ensayadas, sino que los córners y faltas laterales botadas por sus rivales se convirtieron en una sangría de puntos.
En las 12 jornadas en las que Idiakez pudo dirigir al Deportivo en Segunda, el equipo blanquiazul encajó la friolera de cinco tantos a pelota parada. Y eso sin tener en cuenta los penaltis. Pero, además, fue incapaz de encontrar acierto en las 120 acciones de saques de esquina y tiros libres indirectos a favor que ejecutó.
Las acciones a balón parado (ABP) dolían al Deportivo. Pero Óscar Gilsanz ha acabado poniendo remedio a ese mal. El crecimiento resulta evidente cuando se mira hacia la portería contraria, una suerte en la que dio en el blanco desde el primer día en Cartagena (gol de Ximo Navarro tras saque largo de Jurado y ‘devolución’ de Escudero). A aquella jugada trazada con escuadra y cartabón le han sucedido media docena de dianas más.
La grandísima mayoría de estos goles están impregnados por un evidente sello de la pizarra de Gilsanz y un cuerpo técnico que, como él mismo quiso destacar tras el golazo de Soriano en Oviedo, es fundamental: “Quiero poner en valor el trabajo del staff. El que sale soy yo, pero ese trabajo tras las lonas es la recompensa para ellos”.
Pero esta mejoría también se ha contagiado al aspecto defensivo. La protección del área propia ya no es una debilidad. Más bien al contrario. Porque se puede decir que está cerca de ser una fortaleza, pues el Dépor de Gilsanz tan solo ha encajado dos goles de córner.
Uno llegó en Almería gracias a la cabeza de Édgar González. A la postre fue decisivo para caer derrotado (2-1). El otro, en Oviedo, donde el golazo de Ilyas Chayra a la salida de un córner, desde la frontal y tras un rechace, puso un momentáneo 1-1 en el marcador. Luego, Ximo Navarro se encargó de desequilibrarlo en el tiempo añadido (1-2) y hacer inútil la genialidad del extremo azulón. Mientras, en las faltas, el expediente sigue inmaculado: el Dépor no ha concedido gol en ningún lanzamiento de ese tipo.
Así, el balance defensivo global del Deportivo de Óscar es de dos dianas en contra en 23 encuentros. Todo tras haber tenido que defender 132 saques de esquina y 51 faltas, lo que equivale a 183 acciones totales de ABP. Es decir, el ratio de conversión de los rivales es de tan solo el 1,21% de las situaciones de saque de esquina o tiros libres ejecutados de manera indirecta.
La mejora con respecto al inicio de curso es evidente, ya que el Dépor de Idiakez recibió gol en el 7% de los córners o las faltas en contra. A la falta que el Oviedo transformó en gol en los primeros minutos de la jornada inicial se le unieron los goles encajados a partir de envíos desde la esquina en Huesca, Córdoba, Albacete y la Comunitat Valenciana, en el duelo ante el Levante.
Este último encuentro en el Ciutat fue, además, el partido con más remates en contra: el cuadro dirigido por Calero logró que los lanzadores conectasen con sus compañeros en tres córners de seis (uno acabó en gol) y en su única falta lateral.
En total, todas estas acciones a balón parado condenaron al Deportivo a cuatro derrotas en los albores del actual curso. Una sangría defensiva que Gilsanz ha frenado. Pero eso no quiere decir que conceda menos remates que el de Idiakez. Al menos, en cuanto a volumen total. De hecho, sucede lo contrario. Con el técnico de Betanzos, los rivales amenazan más, pero con menos acierto.
Y es que al Dépor de Imanol le remataban un 22,4% de los córners y un 19,4% de las faltas. Sumando ambos registros, se puede concluir que las concesiones no iban más allá del 22,9% de las acciones de balón parado.
Mientras, con Gilsanz, los rivales acaban finalizando menos faltas (10,3%), pero más saques de esquina (29,2%). Por ello, el porcentaje de acciones a pelota parada en las que el contrario prueba a Helton o dispara fuera es del 23,9%, un punto por encima que en la etapa del anterior preparador.
Entonces, ¿dónde está el truco si se permiten más remates pero se encaja menos? Resulta evidente concluir que en la claridad de las ocasiones. Porque al Deportivo ya no concede remates en situaciones tan propicias para su rival. Y eso se debe a las modificaciones en cuanto a los marcajes que ha introducido el técnico de Betanzos.
Los matices específicos para cada encuentro varían en función no solo de lo que proponen los rivales, sino de las características de los jugadores propios que están sobre el verde. Sin embargo, más allá de esta cuestión, la variación más visible y ‘permanente’ entre la forma de defender de Idiakez y la de Gilsanz se da a la hora de proteger el área pequeña. Porque dentro del marcaje mixto (una mezcla de asignaciones zonales y otras al hombre) por el que ambos técnicos han apostado, Óscar ha reforzado esa protección del área chica con un futbolista más.
El entrenador del ascenso solía colocar a Mella en el primer palo, a Iván Barbero dentro del área pequeña y a uno de ‘los Pablos’ en la frontal de esa área de meta, todos ellos en zona. Mientras, el extécnico del Fabril ha establecido que sean cuatro los futbolistas que custodien ese área chica sin asignación individual. Así, a Mella, el delantero centro y uno de los centrales se le ha unido el otro defensor del eje de la zaga.
De este modo, es habitual ver cómo el menudo extremo se sitúa protegiendo la zona del primer palo no solo para salir a presionar si se produce un pase corto, sino para atajar envíos que se queden con poca altura. Mientras, el delantero centro (Zaka o Barbero) ha pasado de custodiar el corazón del área pequeña a situarse en el segundo palo, una zona que el Deportivo de Idiakez vaciaba.
Por su parte, en el lugar que antes ocupaba el punta aparece ahora uno de los dos centrales, mientras que el otro se mantiene centrado en la frontal del área de meta para terminar de conformar un ‘cinturón’ de cuatro futbolistas en un escaso radio de metros sobre la posición Helton Leite.
Gilsanz y su cuerpo técnico completan esta trinchera cercana al meta con Soriano y Yeremay Hernández como futbolistas encargados de vigilar a los rivales situados en la frontal del área grande.
A costa de perder seis asignaciones individuales y fijar las marcas al hombre solo a través de los cuatro futbolistas restantes, el Deportivo logra asegurarse protección extrema en las zonas más cercanas a su portero.
La balanza de riesgo-beneficio está sonriendo por el momento a Gilsanz, que ha logrado frenar una sangría evidente. Salir indemne de plazas como Burgos, Eibar o Miranda de Ebro, así como de las visitas de ‘potencias’ en la pelota quieta como el Zaragoza, el Córdoba o el Huesca lo demuestran. El balón parado ya no paraliza al Dépor.