Ante todo, mucha calma. La etapa de Pepe Mel no podría empezar mejor para el Depor. Anda el aficionado deportivista con un cierto optimismo, dos partidos: un empate y una victoria. El entrenador madrileño espetó tras el partido de El Molinón que "esto no sería posible sin el trabajo realizado anteriormente por Gaizka Garitano". Todo un caballero, un detalle con su compañero de fatigas y rebajando así la euforia. Él, mejor que nadie, sabe lo que es vivir una destitución. Y está bien que lo tenga en cuenta. Pero lo cierto es que en el entorno blanquiazul se esfumó el conformismo instalado en los responsables de la dirección técnica. Achacar a la mala suerte, los arbitrajes o tener un mal día en la oficina ya resultaba cansino, aburría ver al equipo en ese querer y no poder. Pero peor eran los mensajes que se trasladaban desde el propio club, como el que "tarde o temprano el equipo despegará". Y acabó enterrándose más.
A día de hoy cambió el cuento. Yo no sé si Pepe Mel es un `vende humo', ni idea. Lo que sé de él me lo cuentan mis amigos y compañeros de Sevilla y alguno de Madrid. Lo que sí sé es que ha tocado la tecla precisa a ciertos jugadores que, por el momento, están respondiendo. Lo que sí sé es que ilusiona y, si me lo permiten, me gusta su cercanía con la gente. Tener a un técnico encerrado en Abegondo es tontería, del género estúpido. Prefiero a un señor que diga que los que tienen que enganchar a la afición son los que cobran, no los que pagan. ¡País!
