La Unión Soviética se despidió del mundo del fútbol hace 30 años. El acta de defunción tuvo lugar el 13 de noviembre de 1991 en Chipre (0-3), donde la URSS disputó el último partido de clasificación para la Eurocopa de Suecia. Poco sospechaban los futbolistas que saltaron aquel día al campo en Larnaca que sería su último partido con la casaca soviética.
“Nadie lo esperaba. Aún no se daban las condiciones para hablar del colapso de un gran país como la Unión Soviética. Aún lamento lo que ocurrió”, comentó hoy a Efe Anatoli Byshovets, entonces seleccionador soviético.
El siguiente partido de la selección tuvo lugar el 25 de enero de 1992 en Miami, pero la URSS ya había desaparecido un mes antes por obra y gracia de Mijaíl Gorbachov. El nuevo nombre del equipo nacional y con el que disputaría la Eurocopa era Comunidad de Estados Independientes (CEI).
Poco más de 3.300 aficionados pudieron asistir al histórico partido en el estadio Zenon de Larnaca. "¡Do svidania Larnaka, zdrastbui Geteborg!" (¡Adiós Larnaca, hola Goteborg!), tituló el diario "Fútbol".
En la alineación sólo quedaban dos protagonistas de la final de la Eurocopa -Mikháilichenko y Protásov-, discípulos aventajados del legendario seleccionador soviético y entrenador del Dinamo Kiev, Valeri Lobanovski, que dejó el banquillo de la URSS en agosto de 1990.
El resto lo componía la nueva hornada de futbolistas soviéticos. Desde Kharin a Shalímov, Kanchelskis, Kolivánov, Mostovói y Yuran.
“Era un equipo joven, con una media de 23-24 años. Se formó a salto de mata tras el Mundial de Italia. Era un equipo con mucho futuro. Teníamos grandes jugadores. De hecho, casi todos los futbolistas acabaron jugando en equipos de las principales ligas europeas”, comentó Byshovets, de origen ucraniano.
Shalímov acabó en el Inter de Milán; Kanchelskis, en el Manchester United; Kharin en el Chelsea; Yuran en el Benfica y Mostovói en el Celta.
“Llegamos a Chipre ya clasificados para la Eurocopa por delante de Italia, la semifinalista del Mundial. Con los italianos empatamos en casa y fuera”, rememora sobre los "azurri", que contaban con Baggio, Maldini o Baresi en sus filas.
Entonces, el diario "Sovetski Sport" concluyó su crónica del partido informando de que la selección soviética "es un magnífico ejemplo positivo en medio de una inestable vida política".
El técnico resalta que, aunque los problemas étnicos ya arreciaban desde hacía años en el seno de la URSS, el ambiente en la selección era “ideal”.
“La convivencia era muy amistosa. No había ningún problema entre las diferentes etnias. De hecho, los tres goles los marcaron ucranianos: Protásov, Yuran y Kanchelskis”, señaló.
Uno de los goleadores, Serguéi Yuran, que salió al campo en el descanso y marcó en el minuto 79, recuerda la “incomprensión” que sintió cuando el equipo nacional se desintegró.
“Tenía una sensación extraña. No entendía lo que ocurría. ¿Por qué no podemos seguir juntos los futbolistas rusos, ucranianos y georgianos?”, comentó a Efe.
El actual técnico del Javárobsk admite que había “miedo” de que el equipo se debilitara con la independencia de las repúblicas soviéticas.
“La competencia en la URSS era tremenda. Había cinco o seis jugadores por puesto”, explica.
Por suerte, muchos jugadores ucranianos siguieron con la selección de la CEI y después con Rusia -Onopko, Tsinbalar, Nikíforov o Kanchelskis-, ya que, como explica Yuran, tenían miedo a quedarse sin fútbol internacional hasta que la UEFA reconociera a las nuevas selecciones.
Sea como sea, "la desintegración de la URSS fue un auténtico shock” y la temida selección soviética nunca volvió a ser lo que fue.
“Antes de la caída de la URSS derrotamos a Yugoslavia en la final del Europeo sub-21 de 1990 (2-4 y 3-1). Ahí estaban Prosinecky, Suker, Mikhailovich... Después jugaron en los mejores equipos de España e Italia: Madrid, Milán, Barcelona", recuerda.
"Ahora da rabia. Nosotros éramos muy buenos. Les superamos con claridad. ¡Lo que podíamos haber hecho!", señala.
Byshovets admite que “los sentimientos patrióticos son una gran motivación para el futbolista. Jugar por tu país es un gran honor”. El ucraniano Mikhailichenko aún estaba en el equipo. No así Protásov.
“Nos clasificamos como URSS y llegamos a Suecia como CEI, sin bandera ni himno”, señaló el técnico de 75 años.
Paradójicamente, la CEI empató con Dinamarca, a la postre campeona, en un amistoso disputado antes del torneo en Copenhague. “El grupo era muy fuerte, pero empatamos con Alemania (1-1) y Holanda (0-0)”, rememora.
Contra todo pronóstico, la selección postsoviética cayó ante Escocia (0-3), a la que habían derrotado meses antes en un amistoso, y quedaron últimos de grupo.
Ese equipo sólo marcó un gol en todo el torneo. Fue de penalti por medio de Dobrovolskii, quien posteriormente jugaría en el Atlético de Madrid.
"No sé si seguiremos trabajando juntos, pero sabed que hemos desaprovechado una magnífica oportunidad de ser campeones", les dijo entonces Byshovets en el vestuario.
El 16 de agosto de 1992 Valeri Karpin, actual seleccionador ruso, marcó de penalti el primer gol en la historia de la selección rusa ante México (2-0), encuentro disputado en el estadio del Lokomotiv Moscú.