Giro de Italia (10ª): Gana Sagan, gana el ciclismo
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Giro de Italia (10ª): Gana Sagan, gana el ciclismo

Giro de Italia (10ª): Gana Sagan, gana el ciclismo
El eslovaco de Bora-hansgrohe celebra la victoria en Foligno | Luca Zennaro/EFE

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La etapa más corta del Giro, 139 kilómetros desde L’Aquila, en perenne reconstrucción desde el terremoto de 2009, hasta Foligno, centro ferroviario bombardeado por los aliados en la Segunda Guerra Mundial, no daba para mucho más que un esprint. O eso creíamos. El recorrido, con distancia de juveniles y tres cotas en la parte central, no parecía suficiente para evitar la llegada masiva.


Sagan tenía otros planes. En el Valico de la Somma, carretera firme y no más de siete kilómetros al 5% de pendiente media, puso a trabajar a su equipo, el Bora-hansgrohe. Al ritmo de sus escaladores, Aleotti,  Buchmann y Fabbro, el eslovaco se quitó de encima a los rivales más peligrosos para la volata: Groenewegen, Merlier y Nizzolo.


Bora ya no paró hasta el final con los rodadores Oss y Bodnar, hombres de confianza de Sagan. Da fe el propio Nizzolo, que intentó volver al pelotón a rueda de Campenaerts, pero acabó ondeando la bandera blanca. El frenesí contagió a Bernal y Evenepoel, que protagonizaron su particular esprint por las bonificaciones, como si la vida o el Giro les fuera en ello.


El pequeño talento belga, 1,71 metros y 60 kilos, se las arregló para cerrar el hueco que abrió el gigante Ganna, 1,93m y 82kg, con el colombiano en su bolsillo. Les superó Evenepoel, que parecía dichoso hasta que por la izquierda le pasó el ecuatoriano Narváez (tres segundos), otro fiel gregario en la legión de Bernal. Remco (dos) y Egan (uno) firmaron la paz con un apretón de manos.


"Sólo estaba siguiendo a Filippo Ganna. Vi una oportunidad y simplemente fui detrás de él. Si vas detrás de Pippo todo es más fácil. Agarré un segundo pero no hice ningún esfuerzo, así que, ¿por qué no? Estamos aquí para disfrutar de la carrera y eso es lo que estamos haciendo", reconoció Bernal.


En las calles de Foligno, otro final típico del Giro, con una curva juguetona previa a la recta de meta, aceleró Molano antes de tiempo, pero Sagan se lanzó a por él sin importarle quién le seguía a su rueda. La trazada le dio media victoria y, de paso, la maglia ciclamino. Lo quiere todo el eslovaco, que transforma en espectáculo cualquier etapa predestinada a la siesta. Ya lo decía Bemancio: gana Sagan, gana el ciclismo.



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