El comentario generalizado del aficionado deportivista es demoledor, pero tajante: "Que acabe la temporada cuanto antes". Una prueba más que suficiente de lo que se viene 'padeciendo' por el juego mostrado por equipo o, para hablar claro, no haber cerrado a su debido tiempo la permanencia, uno de los principales objetivos marcados allá por el mes de agosto. La otra gran meta era la de ilusionar al seguidor, pero esa ya está tan deteriorada que poco se puede hacer a estas alturas de la competición. Eso sí, ojalá se acaben las pocas jornadas que restan para concluir el presente ejercicio de la forma más digna posible.
No es tampoco una temporada para que algunos saquen pecho, ni siquiera para decir que se ha cumplido el objetivo. Y mucho menos para que los jugadores traten de maquillar el penoso rendimiento que dieron, a todas luces muy lejos de lo esperado por la gran mayoría de ellos. El 'hacer lo justo' no justifica el poco fútbol exhibido, así que ellos son también los principales culpables de los acontecimientos vividos y que costara el despido de un entrenador en plena campaña e incluso del actual al término de la misma, porque empezaría con el crédito bajo mínimos.
No es muy normal que algunos jugadores esperen que otros hagan su trabajo, no les dejan en muy buen lugar
Igual ocurre con el responsable de la parcela deportiva. Primero por la tardanza en tomar decisiones drásticas cuando la situación se deterioró y se dejó que fuese a más, así como las contrataciones invernales que poco mejoraron al equipo.
Tampoco parece muy profesional que desde el vestuario blanquiazul se desee que el Sporting de Gijón pinche hoy en su campo y así el Depor firmaría la permanencia matemática. Entiendo que lo deseen los aficionados, pero un futbolista no debería esperar a que otros hagan su trabajo. Además, que lo anhelen los seguidores dice muy poco de la capacidad de la plantilla deportivista, significa que tienen muy poca o ninguna confianza en su equipo. Pepe Mel y los suyos deben de tener muy claro que los aficionados están hartos de dar mucho y recibir muy poco. Pues eso, dicho queda.