Después de los desfases económicos y las deudas acumuladas que mostraban los clubes de futbol en épocas pasadas, en 2013 la Liga de Fútbol Profesional (LFP) decidió imponer a los clubes profesionales de Primera y Segunda División el llamado límite salarial. La medida trataba de controlar los ingresos y gastos de cada entidad en busca de conseguir un equilibrio que hiciera viables las finanzas deportivas.
Ese tope salarial lo componen los gastos en jugadores (salarios y fichas, incluidas las comisiones a intermediarios), entrenadores, preparadores físicos, equipo filial y cantera. De esta manera la Liga presidida por Tebas trataba de garantizar la viabilidad de los clubes y que éstos no se metieran en gastos que les pudieran llevar a su disolución debido a alegrías presupuestarias.
La idea no puede ser más sensata y llena de lógica: nadie puede gastar más de lo que ingresa, asunto que conocen de sobra los aficionados deportivistas. Pero, como todo en la vida, es de difícil ejecución. Así muchos de los clubes de Primera y sobre todo Segunda División han tenido importantes problemas para planificar y cerrar sus plantillas esta temporada.
El primer problema es soltar el lastre de aquellos jugadores que en su día firmaron un contrato alto en un momento coyuntural bueno y que en la actualidad los clubes son incapaces de sostener.
Bien sea porque estos futbolistas se han devaluado o porque el resto de los clubes, conocedores de las urgencias de quien quiere vender, esperan hasta el último día de mercado para abordar esos fichajes en condiciones ventajosas.
En segundo lugar e íntimamente ligado al punto anterior, los clubes tienen las manos atadas para reforzar sus plantillas debido a que no son capaces de completar sus plantel definitivo cuando debían hacerlo, es decir, a principio de la pretemporada.
Dejemos a un lado los casos más mediáticos como pueden ser Neymar o Bale, incapaces de encontrar un equipo que satisfaga sus pretensiones económicas. Vayamos al más cercano: el Depor.
Desde el inicio de la pretemporada, a mediados del mes de julio, hasta el cierre del mercado, el 2 de septiembre, ha habido numerosos movimientos de jugadores que han desvirtuado el trabajo (tan importante) de entrenamientos y acoplamiento de la plantilla de cara a la temporada.
Nada menos que cinco incorporaciones y dos salidas han llegado en cuanto se han desbloqueado algunas salidas. Y estamos en la cuarta jornada de competición. Una circunstancia que supone un auténtico despropósito para cualquier planificación deportiva seria. ¿Sería tan difícil que la LFP adelante el cierre del mercado a principios de julio o, como mal menor, al inicio de la competición? Cuánta literatura veraniega de rumores nos hubiésemos ahorrado. Si no que se lo digan a Neymar.
@pgarcia_ramos