Anda el patio futbolista muy alterado desde hace años para tratar de dirimir quien es el mejor jugador del mundo. Los candidatos son conocidos por todos: Cristiano Ronaldo o Leo Messi. Desde hace casi diez años entre ambos jugadores se reparten el galardón que designa al mejor: el Balón de Oro. Cinco tiene el argentino y cuatro el portugués.
Partiendo de la base de que el fútbol es un juego colectivo donde el equipo es quien gana o pierde los partidos, reconozco que hay jugadores que son capaces de desequilibrar un partido por su calidad y principalmente por su carisma en el terreno de juego.
Son varios los futbolistas que han marcado una época y han levantado trofeos con sus clubes y con sus selecciones nacionales. Quien podría olvidar a Bobby Chartlon con el United e Inglaterra, al Franz Beckenbauer del Bayern y Alemania, o al Zinedine Zidane de Francia y el Real Madrid, por poner tres ejemplos de campeones del mundo y de Europa con sus clubes. Tampoco hay que desmerecer la trascendencia del portugués Eusebio o del húngaro Ferenc Puskas en sus equipos y selecciones aunque no adornen sus vitrinas con el título de campeones del mundo.
Si bien los considerados absolutamente Grandes que continúan reinando en el podio de fútbol han sido Alfredo Di Stefano, Pelé, Cruyff y Maradona, jugadores que han marcado una época y un estilo de juego que los ha llevado a la inmortalidad.
En esas andábamos cuando a uno de los actuales genios del futbol actual se le achacaba su falta de liderazgo en su selección. En efecto, a Messi nadie le discutía su jerarquía en el Barcelona pero siempre se le censuraba su insuficiente aportación a la albiceleste, algo que lo situaba un peldaño más abajo que Diego Armando Maradona.
La victoria ante Ecuador en Quito del combinado argentino con tres goles del Leo ha colocado al jugador de Rosario en la estela del mítico 10. Además de clasificar a su país para la Copa del Mundo de Rusia, se ha hecho un hueco en el corazón de la afición que empieza a reconocer –ya era hora- el talento de la pulga.
Maradona hizo dos milagros. Llevó al modestísimo Nápoles a conquistar el Scudetto y se echó a la espalada a la selección argentina para ganar la Copa del Mundo en México 86. La exhibición de Leo ante Ecuador lo catapulta para ser la esperanza de la hinchada argentina en el próximo mundial.
Ganar ese título lo colocaría en el lugar reservado a los dioses del futbol mundial.