Hacía tiempo que un partido de primera eliminatoria copera no despertaba tanta expectación mediática. Los informativos deportivos, que suelen hablar solo de fútbol y más concretamente de Barça y Madrid, dejaban un hueco en sus espacios para narrar la terrible injusticia perpetrada en el Abanca Riazor por el Deportivo ante el CD Ejido.
Claramente el árbitro se equivocó, hubo dos goles almerienses que tenían que haber subido al marcador pero, aprovechar un fallo arbitral y la ausencia de VAR, un mal que se sufre de Segunda para abajo, para en muchos casos criminalizar al Deportivo es hacer trampa.
Porque el club blanquiazul no tuvo culpa de nada, como tampoco de que los campos de entrenamientos estuvieran encharcados (no por obra y gracia del Depor, sino por las trombas de agua y borrascas que llevamos semanas padeciendo).
No obstante, siempre es un buen momento para que los que se metieron en la cueva cuando acabó el caso Fuenlabrada, cerrado en falso, salgan raudos a quejarse del enésimo, según ellos, trato de favor al Deportivo. Primero había una conspiración para descender al Fuenlabrada, ahora para que los blanquiazules ganen la Copa.
Estamos llegando a un punto de histeria y tontería con todo lo que tiene que ver con el Depor desde la capital que sobrepasa el sonrojo.
Pasan los años pero siguen doliendo las heridas del Centenariazo, de LaLiga y de los dieciocho años que los blancos se pasaron llevándose correctivos de Riazor.
Y no es visión partidista desde A Coruña, porque después con VAR se cometen injusticias (el sábado el penalti de Gayà, el curso pasado la pena máxima no pitada a Jovic que podía salvar al Leganés) y los que se alzan contra las flagrantes injusticias se quedan, momentáneamente, mudos.