La verdad es que José María Caneda habló claro en estas páginas. Ve el fútbol desde otra perspectiva. Lo que dice lo siente y lo hace sin morderse la lengua. A los que le favorecen sus palabras le aplauden, pero los que no quedan bien con lo que dice tratan de hacerle de menos y esas cosas.
Claro que Caneda, al igual que Lendoiro, vivieron en aquellos tiempos de vinos y rosas donde podías apuntar lo que gastabas en una barra de hielo y el “ya te pagaré” era moneda de cambio. Pero lo que no le pueden quitar a ambos es que mamaron fútbol, más el de Corcubión por supuesto.
El deporte de balompié no era negocio puro y duro como lo es en la actualidad, aunque había gananciales de aquella forma. Sin control ninguno. No había directores deportivos ni tantos intermediarios. Había un representante y con él se repartían dividendos si los hubiere. Hoy todos ‘chupan’ de traspasos, cesiones y otras vainas.
En el Depor llegó la hora de los futbolistas, de los que de verdad tienen que rendir y dar la cara. Se acabaron las intrigas, el decir una cosa públicamente y hacer otra sobre el terreno de juego. El no escudarse en que les doren la píldora vía Whatsapp.
De poco le valdrá a Rubén de la Barrera escornarse si los jugadores rinden al mismo nivel que con Fernando Vázquez. Tiene que haber un cambio de actitud de una vez por todas, dar un paso adelante y ser valiente. Hubo cambio de entrenador y deberían de hacérselo mirar, porque poco lo defendieron en el terreno de juego.
