El mes de enero es uno de los más intensos dentro del calendario futbolístico. Los días de descanso que se han tomado todas las competiciones, excepto la inglesa, hacen que los equipos regresen con fuerzas renovadas y dispuestos a afrontar al menos media docena de partidos de importancia.
Así, en los últimos años, se ha aprovechado este mes de enero para liquidar las últimas eliminatorias de la Copa del Rey y dejar finiquitada esta competición hasta dentro de cuatro meses, aproximadamente. Como aquí la importancia de esta competición se la da el equipo que llega a las últimas rondas (los que quedan eliminados en el camino tienden a despreciarla, pero no porque sean republicanos), pues no importa que haya clasificados para la final y ésta se retrase hasta casi el verano.
Todavía a estas alturas hay países que no han reanudado la competición, como ocurre en el caso de Alemania u Holanda. Los primeros lo harán el próximo fin de semana y los neerlandeses, éste. Sin embargo, los calendarios de ahora parecen estar un poco más coordinados que los que se cumplían hace media docena de años, sin ir más lejos, con las consiguientes mermas que sufrían los clubes, principales interesados en arreglar el asunto. Ahora, hasta las competiciones europeas y americanas parecen estar de acuerdo en las suspensiones de sus torneos, algo que parecía imposible hace no demasiado tiempo.
Sin embargo, uno de los principales enemigos de los clubes sobre todo los que llegan a las últimas rondas de las competiciones sigue siendo el estado físico en el que se presentan los jugadores que más partidos han protagonizado durante la temporada. La base principal de un equipo para llegar a punto es la amplitud de su plantilla y, también, la dosificación de sus jugadores porque nadie con la exigencia física que tiene ahora el balompié resiste todos los partidos a un nivel elevado. Para dar con la tecla, los entrenadores tienen que tener un sexto sentido y saber compaginar las aspiraciones de la entidad con la mejor utilización de sus elementos más destacados. Si equipos que juegan sólo la liga y la Copa se ven apurados las semanas en que protagonizan ambas, razón de más tendrán los que tienen que atender a tres o más competiciones.
Esto viene a cuento, también, porque se ha aprobado que en el mundial 2026 participen 48 selecciones. Ante los comentarios y opiniones en contra de las selecciones más potentes, la FIFA ha tirado de malicia y ensaya dos sistemas de competición en uno, con el fin de evitar una sobrecarga de partidos entre los protagonistas y, de paso, ver qué pasa con esa ridiculez de formar 16 grupos de tres selecciones cada uno. Y todo, como hemos dicho ya en alguna ocasión, para que los directivos, con la vista puesta en la reelección, se aseguren las poltronas complaciendo a la mayor parte de federaciones mundiales, que podrán vender su participación en un mundial como un gran triunfo de su fútbol.
Y, para finalizar, hablando de motivaciones, poca fue la que tuvo el depor en Vitoria. Un Alavés que jugó todo el segundo tiempo con diez y con un pobre fútbol fue suficiente para apear a los coruñeses de la Copa. Era una buena oportunidad porque todavía quedan algunos equipos asequibles para que los de Garitano hubieran avanzado algo más, con un poco de suerte en el bombo. pero es que algo no termina de funcionar todavía entre el banquillo y los jugadores que saltan al césped. Convendría asegurar ya del todo el sistema de juego para afrontar con mayores garantías esta segunda vuelta que empieza este fin de semana. Y, también, que la directiva acierte con los refuerzos de invierno, algo no siempre fácil.
