Y AL FINAL SE ENFUNDÓ LA CHAQUETA VERDE
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Y AL FINAL SE ENFUNDÓ LA CHAQUETA VERDE


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Hace unos veinte años, cuando irrumpió la figura de Tiger Woods para revolucionar el escalafón del golf, la prensa empezó a buscar un rival que por edad o condiciones pudiera discutir el dominio del americano. Coincidió ese momento con el debut profesional de Sergio García.

Ambos eran jóvenes y con carreras prometedoras. Funcionaba la contraposición. Uno americano, el otro europeo. Uno jugaba para Nike y el otro para Adidas. Un golf extremadamente técnico frente a otro más de sensaciones. El duelo estaba servido.

Sergio le puso las cosas difíciles en el torneo de la PGA de 1999 donde perdió el título en el desempate, pero Tiger despegó con la potencia de un obús y dominó durante una década el circuito americano.

El español continuó su carrera bien situado en la orden de mérito, ganando torneos importantes y con destacadas actuaciones en la Ryder Cup pero lejos, muy lejos de su rival. Siempre se le achacó que para formar parte de la elite del golf le faltaba ganar uno de los campeonatos del Grand Slam. Estuvo a punto varias ocasiones, principalmente en un par de ediciones del British open donde el juego de Sergio se adapta muy bien a los links británicos. Sin embargo tuvo que ser en Augusta, un campo por el que el español no sentía gran afecto, donde rompiera esa racha.

Una historia parecida a la de Phil Mickelson (San Diego, 1970), extraordinario jugador zurdo que vivió muchas temporadas bajo el síndrome de no ganar un 'major'. fue también en el Augusta National y a la edad de 34 años cuando rompió esa maldición. A partir de ahí volvió a ganar el Masters en dos ocasiones y completó su palmarés con un PGA Championship (2005) y un Abierto Británico (2013).

El alicantino recoge la antorcha que en su día encendieron Seve Ballesteros y Txema Olazabal, los españoles que se enfundaron la chaqueta verde en dos ocasiones, precisamente en una temporada donde la atención de los aficionados se centraba en el joven talento vasco llamado Jon Rahm, un golfista llamado a hacer grandes cosas.

Quizás esa falta de presión unida a su estabilidad emocional haya sido decisiva en su triunfo. García ha demostrado que su juego ha madurado y su cabeza también. Muy seguro con el driver, certero en el approach y seguro con el putt para negociar las cuatro vueltas a un recorrido donde no sólo te espera el 'Amen Corner' sino unos greenes endiabladamente rápidos que ponen a prueba a los mejores jugadores del mundo.

Y AL FINAL SE ENFUNDÓ LA CHAQUETA VERDE

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