El cambio de entrenador suele ser un golpe de efecto para variar la dinámica de un grupo. A estas alturas parece improbable que haya alguien que puede discutir los efectos positivos del relevo en el banquillo blanquiazul.
Sin entrar a discutir el buen trabajo diario de Garitano -que lo hizo-, la llegada de Pepe Mel ha actuado como revulsivo en el equipo.
La sustitución de un entrenador por otro no siempre garantiza un cambio de tendencia en el rendimiento de una plantilla. Éste se suelen producir cuando el equipo no responde a las expectativas que se habían depositado al principio de la campaña.
En un trabajo titulado ¿El cambio de entrenador de fútbol durante la temporada mejora el rendimiento del equipo?, publicado en 2009 por los economistas Rafael Caballero (catedrático de la Universidad de Málaga), Trinidad Gómez (profesora titular de la Universidad de Málaga) y el matemático Ramón Sala (catedrático de la Universitat de Valencia), se analizan mediante procedimientos científicos la conveniencia o no de cambiar de inquilino en el banquillo a mitad de temporada. Utilizan para ello el método de Malmquist, un índice que suele ser empleado para comparar la productividad de diversas economías aplicándolo, en este caso, al rendimiento de los equipos de futbol.
El estudio toma como referencia a los 17 equipos coincidentes durante dos temporadas en primera división (2007/08 y 2008/09), descartando de esta manera a los ascendidos o descendidos.
La conclusión a la que llegan puede parecer previsible para cualquier aficionado: los equipos que han cambiado su entrenador a mediados de la temporada, no han conseguido mejoras significativas en su eficiencia.
Afirman los autores que la mejor estrategia consistiría en mantener al técnico a lo largo de la temporada, y, si es posible, continuar con el entrenador de la temporada anterior o en su caso, desde el inicio del periodo de planificación de la temporada siguiente.
Pero hay una idea que subyace a lo largo del estudio y es la escasa adecuación en la elección de un entrenador y la estructura inicial de una plantilla no elegida por él. Entregar un conjunto de futbolistas a un entrenador sin un esquema claro del tipo de juego, sin una adecuación de los jugadores a la idea del entrenador puede provocar un desajuste que resulta difícil de corregir.
Por todo ello recomiendan a las direcciones deportivas de los equipos que deberían seleccionar a los entrenadores en función de la estructura de la plantilla y el tipo de juego que se pretende realizar, ya que en otro caso las probabilidades de fracaso del proyecto deportivo son elevadas.
Al margen del estudio anteriormente citado, lo cierto es que el banquillo del Depor se ha convertido en los últimos años en una especie de silla eléctrica.
En estos tres años que han pasado desde la llegada del nuevo Consejo de Administración, han sido cinco los encargados de dirigir al equipo. Es tiempo de sacar conclusiones y meditar soluciones capaces de paliar el baile de entrenadores en el club coruñés.