Los Juegos de Tokio de este verano podrían estar en peligro ante la amenaza del coronavirus. Es cierto que aún quedan muchos meses por delante, pero sus efectos ya se están empezando a hacer notar en el deporte, con la suspensión de partidos en Italia, la reciente cancelación del campeonato junior de halterofilia, que contaba con la gran baza coruñesa de Irene Blanco, o la supresión de ensayos con los voluntarios de los Juegos para evitar la propagación del mismo.
Muchos deportistas han expresado su preocupación porque la competición se cancele, tras años de trabajo, muchos más de los que contempla el ciclo olímpico, pero ante todo tiene que estar la seguridad e imperar el sentido común. Ese que a veces ha brillado por su ausencia a la hora de informar y que ha causado que se pasase de la tranquilidad a la histeria en cuestión de días.
Ni blanco ni negro, el virus es en gran medida desconocido por muchos motivos y los facultativos trabajan a contrarreloj para desarrollar una vacuna y ayudar a contener una enfermedad que se extiende favorecida por la globalización y los continuos desplazamientos.
Mientras tanto, de forma indirecta ya afectando a los Juegos, se han tenido que suspender varios torneos preolímpicos en China, los Mundiales de Atletismo de Nankín que se tenían que disputar ahora en marzo, el GP de China, que estaba previsto en Shanghai el próximo mes de abril o fases previas a los Juegos en disciplinas como el baloncesto, el boxeo o el fútbol, que tenían como sede el país.
De momento, los Juegos no están en peligro pero habrá que ver como avanza la propagación del virus, si le afecta o no la llegada de la primavera y con ella la subida de las temperaturas y como evoluciona la situación médica de los afectados.
Muchas cuestiones para un mundo del deporte que mira incrédulo a su enemigo desconocido, al que no sabe muy bien cómo hacerle frente y que está poniendo en peligro, además de, por supuesto y más importante, vidas humanas, la celebración del evento deportivo más importante de este año.