Los deportistas de élite, que van mucho más allá de los futbolistas, y de los que muchas veces solo nos acordamos cada cuatro años en los Juegos Olímpicos, también se cansan. No solo es un agotamiento físico, también es mental. Ejemplos los tenemos en todos los deportes y una de las ultima ha sido María Vilas. La nadadora gallega de 20 años, bronce en los 1.500 en el Europeo, compartió recientemente en sus redes sociales una publicación en la que afirmaba que "debido a unos meses difíciles" se apartaba temporalmente de la natación. Una decisión que admitía que era complicada, pero que consideraba la más acertada. "La vida son etapas y en este momento necesito una pausa", rezaba en la publicación.
No es ningún secreto que el trayecto para lograr una medalla no es ningún camino de rosas. Jornadas maratonianas de entrenamiento. Paradójicamente ese deporte que les da tantas alegrías y que les hace tan felices también les implica a veces tener que parar. Solo ellos saben las horas que invierten en él, lo que ganan, lo que pierden, a lo que renuncian. El premio a veces es grande pero cuando se pone todo en una balanza uno nunca sabe cuánto se logra y cuánto se deja por el camino.
Suelen ser deportistas muy jóvenes, que empezaron siendo niños y que desde muy pequeños saben lo que es la disciplina. Se saborean más las victorias y los logros, pero todo ese trabajo que llevan detrás, que han sumado en años y años de entrenamiento, no siempre se refleja en los resultados deportivos. E incluso cuando se logran gestas, como en el caso de Vilas, es necesario parar y coger aire antes de continuar.
"El premio a veces es grande pero cuando se pone todo en una balanza uno nunca sabe cuánto se logra y cuánto se deja por el camino"
Sus gestas están muchas veces lejos de los focos, trabajando en la sombra y llegando a costearse su participación en las competiciones. Como en el caso de la Copa del Mundo en Eindhoven y Berlín, que se tuvo que pagar íntegra Mireia Belmonte, y en la que batió dos récords, en 800 y 400 metros. También se retiran temporalmente o se van sin hacer ruido, sin copar portadas en los medios de comunicación. No sabemos lo que pasará por su mente para abandonar aquello que tanto aman pero, también a la vez, tanto daño les hace. Lo que está claro es que, a veces, es momento de parar.