Desde los tiempos de Sherlock Holmes, los detectives ponían todo su empeño en buscar un mucamo sospechoso al que cargarle el muerto. En el caso del personaje creado por Conan Doyle, sus pesquisas se basaban en la sagacidad y capacidad de deducción para dar con un culpable. Me temo que en el caso que nos ocupa, -los males del RC Deportivo- el prodigioso detective inglés no lograría encontrar una solución satisfactoria.
Desde que el nuevo Consejo dirige la nave blanquiazul han sido muchas las probaturas que se han hecho para enderezar el rumbo del equipo. Primero fueron los entrenadores quienes no se ajustaban al proyecto del Club. Tres años después, y tras cinco inquilinos en el banquillo, empiezo a creer que los tiros no van por ahí.
Tampoco hubo fortuna con los fichajes, siempre precedidos de gran expectación pero que no pasaron de medianías de primera (y segunda) división. En muchos casos llegaron con un historial deportivo aparentemente brillante que no confirmaron en el campo. Lo poco bueno que aterrizó en Riazor se fue enseguida o aceptó otras ofertas que el Club no podía igualar.
La cantera, otra promesa electoral, carece de proyecto además de estar salpicada por numerosas intromisiones de personajes ajenos al deportivismo.
De lo que no hay duda es que la afición tiene una paciencia comparable a la del santo Job. Aumentó el número de abonados, son muchos los jóvenes aficionados que gastan lo poco que tienen en acompañar al equipo en sus desplazamientos y, por último, ya desearían equipos de mayor fuste presupuestario ver las gradas de sus estadios tan nutridas como las de Riazor.
Toca el turno de repensar la dirección deportiva que en estos años no ha armado plantillas competitivas
Las pocas alegrías que ha dado el equipo esta temporada son contadas: la victoria contra el Barça y la goleada a la Real Sociedad. El resto, sufrimiento.
Toca el turno de repensar la dirección deportiva que en estos años no ha demostrado aptitud para armar plantillas competitivas.
El desfile de jugadores y entrenadores hablan muy a las claras de la fragilidad del proyecto.
Bien es cierto que la situación económica no es buena y que las deudas condicionan la confección del equipo, pero no olvidemos que si esta circunstancia es preocupante en la máxima categoría, podría tener efectos demoledores en la división de plata.
Son muchas temporadas transitando por la delicada frontera que separa la primera de la segunda, tantas que en una de estas te vas al pozo. Y en Primera División se está por derecho, no de prestado.