Hay comentarios para todos los gustos sobre la donación de la Fundación de Amancio Ortega de 320 millones a la Sanidad Pública para la lucha contra el cáncer. Las críticas en las redes sociales se suceden e incomprensiblemente muchas de ellas llegan de 'políticos' de nuevo cuño. Es verdad que en este país somos muy de atizar al que más posee, al que tiene la fortuna de acertar con sus negocios y que le vayan bien las cosas. Somos así.
Ojalá hubiera en nuestra ciudad o país muchos otros 'Amancios'. Pero mucho mejor sería que hubiera buenos políticos que supieran gestionar como se merecen nuestros impuestos para cubrir así las necesidades de los ciudadanos: la sanidad, la educación y las prioridades básicas. Lo que no es de recibo es que lo que pagamos al Estado sea para beneficio de unos pocos o, como estamos viendo día tras día, sean legión los servidores públicos los que emplean el dinero de todos para beneficio propio. Si nos vamos a la parcela deportiva pasa más de lo mismo.
Cuánto dinero destinado a infraestructuras deportivas se quedó por el camino en los últimos años sin que nadie haya puesto el grito en el cielo. Cuántos clubes modestos han tenido que bajar la persiana por falta de ayudas o por recortes en las subvenciones que percibían. Que una fundación destine dinero en beneficio de la ciudadanía es un síntoma de que este país no funciona como debiera. Esa donación debería de sacar los colores a nuestra clase gobernante.