La consagración en la Copa América, esquiva para Brasil hace 12 años y tan distante para Perú pues ni el más veterano de sus jugadores actuales había nacido en 1975, tiene una cita con ambos países en un estadio especializado en gestas, coronaciones y desengaños, el Maracaná de Río de Janeiro.
Si se revisara el más reciente antecedente común, habría que concluir que los dioses de fútbol están locos o, como mínimo, tienen sus caprichos.
Esto porque hace 15 días, el 22 de junio, Brasil vapuleó a Perú por 0-5 en el cierre del Grupo A y la permanencia de la Blanquirroja solo fue posible por una combinación de resultados ajenos que la dejaron instalada en los cuartos de final con angustia y por la vía alterna que premia a los dos terceros con mejores notas.
Final improbable
Con tales antecedentes resultaba improbable imaginar un nuevo encuentro entre ambas selecciones, ya con el objetivo de dirimir la conquista del título, que para los peruanos sería el tercero y para los brasileños el noveno. Pero la percepción de que hay un abismo futbolístico entre la Canarinha, invicta e imbatible hasta hoy, y la Bicolor, guerrera e impredecible durante toda la campaña, quedó desmontada en sus siguientes encuentros.
La ambición peruana, que este domingo estará reforzada con la presencia en las tribunas de unos 5.000 hinchas, y la graduación como seleccionador importante de Gareca tendrán que superar el rocoso muro de Tite.