La tenista española Garbiñe Muguruza ha confesado que no estaba “preparada para el gran vacío” que ha sentido al no jugar al tenis, pero ahora considera que este periodo de confinamiento por el coronavirus puede haber sido una buena preparación para el día en que toque “colgar la raqueta”.
“Cuando me planté en mi casa, confundida y sin ningún plan, pensé: ‘Y ahora, ¿qué?’. Mi vida, en la que estoy acostumbrada a un ritmo frenético de viajes, presión y esfuerzo físico, se ha visto detenida de un día para otro. No estaba preparada, sobre todo para el gran vacío que he sentido al no poder hacer lo que mejor sé: jugar al tenis. Y, en especial, no estaba preparada para no poder rellenar ese tiempo con nada que se le compare”, afirma en la revista Vogue.
“Mis maletas llevan más de dos meses en casa y, para mi sorpresa, no tengo prisa por rehacerlas”, señala.
“El mundo ha dicho stop y nos ha puesto en nuestro sitio. Ahora los días realmente tienen 24 horas. Los minutos apenas pasan y eso supone que mi cabeza se vea invadida de ideas”, añade Muguruza, que en febrero preparaba en California el torneo de Indian Wells cuando fue cancelado, lo mismo que la siguiente en Miami, y ella tuvo que regresar a su casa en Ginebra.
“Parecía que cada hora que pasaba el mundo se iba desmoronando un poco más. Lo que me había parecido algo impensable, como la cancelación de dos de los mayores torneos de tenis del mundo, se volvió de pronto algo insignificante. Habíamos salido de golpe de nuestra burbuja del circuito profesional de tenis. Lo que se nos venía encima”, comprendió la jugadora, “era mucho más grande y grave”.
Batiendo un récord
En su artículo, la caraqueña subraya que desde hace diez años nunca había estado más de un mes en el mismo sitio. “Estoy batiendo un récord. La última vez fue cuando me operé del tobillo y no pude andar durante varios meses. De eso hace ya casi una década”.
El confinamiento por la pandemia ha supuesto para ella “un codazo”. “La vida te dice: ‘Eh, hay muchas más cosas que el tenis, quizás sea un buen momento para que te prepares para cuando ese día llegue. Para cuando tengas que colgar la raqueta’”.
La decimosexta jugadora de la actual clasificación mundial se siente “rodeada de un mundo superficial: medios de comunicación, cámaras, gente interesada o la famosa sociedad donde lo más importante es el Bentley que tienes”.
“No me siento identificada con ese mundo, es vacío, es soledad, placeres efímeros. Son las experiencias únicas y compartidas las que nutren, alimentan tu visión, tu perspectiva y las ganas de vivir”, dice Muguruza, antes de mencionar un viaje a Tanzania el pasado octubre, con subida al Kilimanjaro incluida, como la experiencia más dura de su vida pero también una de las más gratificantes.
“Fue la primera vez que semejante esfuerzo era solo para mí y para nadie más. No había ni trofeo, ni cámaras, ni un cheque. Solo la satisfacción personal que me dio esa experiencia”, apunta. Pero el tenis, dice, “es mi pasión, mi trabajo, mi herramienta para conseguir mi tan ansiada independencia y libertad, para controlar mis propias decisiones y mi vida como mujer libre”.
Muguruza, a quien en un futuro le gustaría hacer entrevistas a personajes interesantes, aprender costura y diseño, cocinar o “coger un pincel y un lienzo por primera vez y que salga lo que tenga que salir”, ha aprovechado la cuarentena para retomar sus estudios y ha terminado cuatro cursos: dos de nutrición y salud, de la Universidad de Stanford; uno de psicología, de la Universidad John Hopkins; y uno de ciencia del ejercicio, por la Universidad de Colorado, enumera.