La Ligue 1 francesa, la única de los grandes campeonatos europeos que no se reanudó tras el confinamiento, comenzó ayer la nueva temporada trastocada ya por la COVID-19 y sabiendo que la amenaza será permanente en los próximos meses.
Burdeos y Nantes empataron sin goles en el primer partido de la campaña, cuando se tendría que haber jugado el Marsella-Saint Étienne, aplazado al menos tres semanas por los cuatro positivos de coronavirus en el club marsellés.
Para no trastocar el menú futbolístico del fin de semana en televisión, que esta temporada será todavía más el salvavidas financiero, se adelantó el Burdeos-Nantes.
El nivel de contagios en Francia no se detiene y el Niza desveló ayer que dos de sus jugadores han dado positivo en el test del coronavirus, lo que deja en una situación incierta el que debe ser su primer partido, mañana frente al Lens.
La posibilidad de que un escenario de este tipo se repita con mucha frecuencia también acabaría cuestionando la equidad por un atasco de fechas.
El Gobierno francés autoriza que los espectáculos deportivos se celebren con hasta un máximo de 5.000 espectadores si se cumplen una serie de condiciones, como la obligación de llevar mascarilla o la organización de la circulación.
Por ahora, todas las demandas para conseguir esa derogación en acontecimientos deportivos han tenido como respuesta un rechazo.
Una de las novedades de esta temporada en el fútbol profesional francés es la llegada de la empresa española de capital chino Mediapro, que ganó el grueso de los derechos de televisión y pagará 1.153 millones de euros al año hasta 2024 a la liga francesa. l