La mejor medicina para Rafa Nadal se llama Roland Garros. Cada vez que toca suelo francés, el olor de la tierra batida de París despierta sus sentidos, le devuelve su mejor versión a un tenista que no se cansa de renacer. Tantas veces lo ha hecho el balear, que ya nadie se atreve a enterrarle.
Nadal ha construido una leyenda forjada en torno a la Copa de los Mosqueteros, pero como él mismo reconoce, basada en su propia capacidad de superación.
Antes incluso de ser alguien en el tenis, Nadal ya renació en 2005. Una lesión de escafoides le impidió acudir en 2004 al torneo que soñaba con ganar y al que ya muchos le apuntaban como favorito. Una inflamación en el pie izquierdo incluso estuvo a punto de dar al traste con su carrera. Pero su ambición era demasiado grande y al año siguiente debutó en Roland Garros. Con victoria.
Rafa asegura que la de 2006 es su victoria más especial porque aquel año fue un calvario. Los dolores de espalda le privaron de disputar el Open de Australia. Pero, una vez más, el antídoto fueron sus ganas de ganar en París.
Sin ceder un set
La que más le ha hecho sufrir es la tendinitis crónica en la rodilla. En 2009 le lleva a perder ante el sueco Robin Soderling su primer partido en Roland Garros. Al año siguiente se ve obligado de retirarse en cuartos de final del Open de Australia. Nadie da un duro por él en un Roland Garros, que gana sin perder un set.
Tras ganar en 2012, se pierde los Juegos Olímpicos y el US Open. Pero en 2013 regresa por todo lo alto a ‘su’ torneo para imponerse tras superar en la semifinal más épica a Novak Djokovic y en la final a David Ferrer.
Por primera vez desde su el inicio de su carrera profesional, Nadal encadena dos años consecutivos sin ganar en París. En 2015 sus piernas le torturan y pierde en cuartos contra Djokovic. En 2016, un problema de muñeca le obliga a retirarse en la primera semana. Contra todo pronóstico, en 2017 vuelve a ser el mismo cuando se acerca la tierra. Gana Barcelona, Madrid y Hamburgo y se pasea en Roland Garros: décima corona, tercera sin perder un set.
De la mitad a la undécima
La salud le sigue jugando malas pasadas y el año pasado se ve obligado a renunciar a la mitad de los torneos programados. Pero, pese a todo, la tierra batida sigue siendo un bálsamo. Gana Montecarlo, Barcelona, Roma y, por supuesto, Roland Garros.
Este año, la rodilla le obliga a retirarse de Indian Wells. Nadal ha perdido la fe y le cuesta encontrar motivación para seguir. Ni el contacto con la arcilla parecen reanimarle. Pierde en semifinales de Montecarlo y de Barcelona. Toca fondo. En la Ciudad Condal se encierra en una habitación. Su equipo no cree que pueda llegar en forma a Roland Garros. El zurdo de Manacor, de nuevo, acepta el reto.
Recupera su mejor versión en el Masters 1000 de Madrid, aunque aun no está al cien por cien y cae en semifinales contra el griego Stefanos Tsitsipas. Pero en el de Roma ya está a punto y la victoria en la final contra Djokovic le convencen de que la duodécima es posible. “Cuando te llevas muchas bofetadas acabas herido, pero estoy satisfecho de haber sabido apreciar los pequeños avances para recuperarme”, asegura al llegar a París, donde el Ave Fénix, una vez más, regresa.