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Puede resultarles cansina mi reiteración, en trasladarles la importancia que tiene el liderazgo en cualquier actividad en la vida.

En el mundo del deporte y más concretamente en el fútbol, esta apreciación se multiplica exponencialmente, con motivo de la intromisión del sentimiento como cauce de conexión.

Echando la vista atrás, me reafirmo en mis planteamientos. Uno de los problemas, no el único, que tuvo este Deportivo en la última época, es la falta de transmisión desde la cúpula.

A partir de aquí, todo se desencadena de una forma arbitraria. La filosofía de delegación de funciones, arrastra a que nadie es culpable en los malos momentos y conlleva incertidumbre. Todos miran para el de al lado y nadie coge el toro por los cuernos.

Tino Fernández, pudo ser un gran presidente. Lo tuvo en su mano. Salvó al Club en momentos de zozobra, al borde de la desaparición. Tenía todos los parámetros para una etapa de Oro, pero no supo asumir su rol de líder de un magnifico colectivo.

Ahora anuncia, casi de forma clandestina, que da un paso a un lado y convoca elecciones. Hace menos de un año, una amplia mayoría accionarial, le daba su confianza y cuando la situación se torna preocupante cara al futuro, opta por abandonar el barco. Tendrá sus motivos personales, pero tal como se desarrollan los acontecimientos, da la sensación de que tras el partido ante el Extremadura, llegaron a casa y sus cónyuges les dijeron que hasta aquí habíamos llegado. Muy mala imagen y deja a las claras que detrás de la fachada no había nada más.  

Siguiendo con el despropósito. La pasada semana leía, con asombro, las declaraciones del cancerbero deportivista, Dani Giménez, en una entrevista realizada por este diario.

Dos titulares reflejaban lo que es este grupo cuando luce de blanquiazul en sus camisetas.

La primera referencia decía así: “Dimos un pequeño paso, pero aún nos falta un mundo para competir con un equipo como Osasuna”.

La segunda, trasladaba: “La preparación emocional que estábamos teniendo no era nada buena y hace falta autocrítica”.

No me digan que no es para llorar. Entiendo que al buen portero, lo de este domingo pasado es un error puntual, se le ha ido la “olla” en sus declaraciones. Porque si no fuese así, la cuestión sería muy preocupante. Si en sus palabras, quiso reflejar la realidad de la plantilla, entraríamos en un terreno altamente escabroso, cuanto menos indignante.

Que se nos diga a estas alturas que no se está preparado para competir, resulta una proclama a la incompetencia colectiva.

Un engaño que deja bien a las claras lo que se aprecia sobre el terreno de juego.

No hace mucho preguntaba al Sr. Del Pozo, a quién nos había traído. Del “no quiero funcionarios”, hemos pasado a futbolistas “depresivos”. La competición les puede y no son capaces de actuar, con la máxima tensión, en sus labores como profesionales.

¿Qué se puede hacer ahora?. Rezar y mucho, para que los líderes, encuentren la varita mágica. En el fútbol todo es posible, aún hay tiempo.

Como siempre un placer

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