El Valencia aún se debe estar preguntando cuántas delanteras tenía el Depor Abanca. Solo había dos: Peke y Athenea. Dos futbolistas hiperactivas e impredecibles que hicieron de Riazor el patio de su casa.
Peke demostró que tiene más gol que un partido de balonmano. Es una carterista. Si te despistas, estás pérdida. Pero Peke no es solo velocidad y gol. Sabe caer a banda, hace daño a la espalda de las laterales, es letal atacando el primer palo en centros laterales y sabe proteger el balón de espaldas a pesar de su tamaño.
Athenea es un verso libre. Es una rompecinturas, una quebrantacaderas. En carrera es más peligrosa que la estampida que ‘mató’ a Mufasa. Además, es capaz de sacar ventaja en situaciones inverosímiles, rodeada de defensas. Es una escapista, la Houdini blanquiazul.
Y juntas son, para el rival, un dolor de muelas, un topetazo con el dedo pequeño del pie en la pata de un mueble. Forman una sociedad que ilusiona al deportivismo.