Tenemos algo de conquistadores los coruñeses. Al menos en lo que al deporte se refiere. Hemos escrito preciosas historias de pioneras como Irene González Basanta, la primera futbolista profesional, o el añorado Karbo dominador en los albores del fútbol femenino en España. También del Chaston o el Sal Lence, reyes y reinas del fútbol sala, en diferentes épocas, pero partiendo del mismo lugar. También aquel grupo de atletas que en los años 60 dejaron huella en la ceniza de la pista de Riazor desafiando a las leyes para romper barreras y batir récords. No fueron menos, en aquellos tiempos de eclosión del atletismo femenino, el Medina de baloncesto, primer equipo gallego en disputar una competición europea, o el conjunto de la SD Hípica de balonmano, que se proclamó campeón de España el mismo año de aquel primigenio viaje por el Viejo Continente de sus paisanas cestistas.
El baloncesto también es protagonista en nuestros días. No el cinco contra cinco, el de pista tradicional, sino el 3x3, esa disciplina nacida en las canchas callejeras que el movimiento olímpico añadió a su programa en Tokio 2020 con la intención de ganar adeptos entre el público joven. Una canasta. Diez minutos. Posesiones de 12 segundos. Anotaciones de uno en vez de dos y de dos en lugar de tres. Objetivo, alcanzar los 21 puntos. Como hacíamos en aquellas canastas que el Banco Exterior de España colocaba en cualquier rincón de cualquier ciudad del país durante el boom baloncestístico de los años 80.
La FIBA organiza desde 2012, solo ocho años antes de su irrupción en el mundo de los cinco aros, un campeonato del mundo. Las chicas —esta vez no coruñesas— abrieron el camino con su plata en París. Ahora ha sido el turno de los chicos, con un coruñés — esta vez sí— a la cabeza. Carlos Martínez se ha involucrado al máximo con el 3x3 y lo ha llevado a lo más alto. Un pionero coruñés más en la larga lista.