Un grupo de quince jugadoras de la selección española femenina de fútbol (apoyadas por la ‘figura’ lesionada Alexia Putellas) han querido cargarse al entrenador, Jorge Vilda, por una cuestión no aclarada, que en los comunicados figura como “aspectos internos”. Pero no han podido porque el presidente de la Federación, Luis Rubiales, ha dado al traste con las pretensiones de estas futbolistas que se creen que pueden actuar a sus anchas y que los técnicos tienen que ponerse a su servicio.
Dijeron las quince, en correos electrónicos enviados simultánea e individualmente a la Federación, que “los últimos acontecimientos están afectando a mi estado emocional y, por tanto, a mi salud”, por lo que consideraban que no estaban en condiciones de jugar con la selección. Y Rubiales ha dicho: pues, si no juegan unas jugarán otras. Y adelante con los faroles.
El propio Vilda –al que cuestionan su valía- se ha tomado mal este ataque personal. Al sentirse respaldado por Rubiales y percibir que las protestonas daban un paso atrás, selecciona a otras y manifiesta que las del comunicado no volverán al equipo nacional “si no asumen su error y piden perdón”. Y así están las cosas.
Pero ésta no es la primera vez que ocurre algo así. Ya el anterior seleccionador nacional sufrió el acoso de un grupo de futbolistas que también quisieron eliminarlo del cargo porque sus tácticas no satisfacían los deseos del vestuario. Y también recordamos, a pesar de no seguir el fútbol femenino de cerca, a otra futbolista –muy reconocida en nuestra tierra- que había tenido una rabieta y había querido eliminar al entrenador de turno. Y los aficionados, siempre aplaudiendo a las sublevadas.
Imagínense los seguidores del mundo del fútbol masculino si un grupo de jugadores tomase unas decisiones del calibre que han tomado estas jugadoras. Los aficionados caerían en bloque contra ellos, tildándolos de caprichosos y endiosados. Desde luego, nosotros no recordamos una cosa igual, a pesar de que venimos siguiendo el fútbol desde nuestra más tierna infancia.
Nos vienen a la cabeza muchos seleccionadores de España. Desde aquel breve triunvirato (Muñoz, Molowny y Artigas) a Kubala, pasando por Santamaría (el del Mundial`82), Muñoz, Luis Suárez, Clemente, Luis o del Bosque. Nunca recordamos que ningún jugador quisiera ponerles condiciones porque habría durado lo justo. No se diga nada del que ahora le lleve la contraria a Luis Enrique.
Por una vez, Rubiales ha tomado una decisión firme y consecuente.
