Tras la celebración de todos los partidos de ida de los octavos de final de la Champions League ya podemos establecer algún tipo de inclinación deportiva de cara al resultado final. Se han visto equipos superiores a otros, y otros, con prestigio e historial, que han rendido por debajo de las expectativas.
En el principal grupo de favoritos podríamos situar al Manchester City, al Liverpool y al Chelsea, por la manera de solventar esta primera papeleta, aunque los de la ciudad de los “Beatles” pasaron más apuros de los previstos. También en este grupo situaríamos al Paris Saint Germain, que pasó por encima del Real Madrid, por momentos, y al Bayern de Munich, pese al marcador frente al Salzburgo y a las dificultades de los alemanes en varios momentos del choque. Parece el Bayern atravesar ahora el peor momento de la temporada, pero nunca hay que fiarse de ellos.
Los ingleses, como viene ocurriendo en las últimas ediciones de la Champions, podrían hacer un pleno o colocar en cuartos de final al menos a tres de sus representantes (que bien pudieran ser los cuatro). El fútbol español tiene vivos tres representantes mientras Francia, Portugal e Italia permanecen con dos equipos todavía en juego. Lo cierto es que la potencia económica que ha manifestado las últimas temporadas la “Premier League” ha quedado patente, principalmente, en la máxima competición europea de clubes. Llevamos ya varios años en los que los equipos ingleses son los amos del torneo. Paralelamente, el fútbol español ha experimentado un bajón notable y deja algo que desear a la hora de competir con otros rivales.
Lo cierto es que la Champions siempre ofrece gran interés para los aficionados al fútbol. Y también lo ofrece para los jugadores y los dirigentes de la competición porque el dinero por participación va subiendo y subiendo (a pesar de la pretendida Supercopa o, precisamente, por ella).
Hemos dicho muchas veces que las normas deportivas de la Champions no nos gustan porque responden a criterios que nada tienen que ver con clubes campeones, pero esto ya viene siendo norma habitual dentro del propio fútbol. A estas decisiones de hace años en el Viejo Continente se vienen a unir las de los últimos tiempos, como esas de jugar equipos españoles en Arabia Saudí. Pero todo sea por la pasta, que al final es lo único importante, según la filosofía que tratan de imponer Florentino, Rubiales y los de su cuerda.
