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Qué duro me resulta convivir con la promesa que le hice a mi hermano de que sólo resaltaría lo bueno de este Deportivo de nuestros días. En la noche del domingo me preguntaba vía whatsapp sobre cómo había visto el choque ante el Pontevedra. Lamentablemente sólo le pude responder: “Marcamos un gol y salvamos un punto con un gran ambiente en el graderío en el tiempo de descuento”. No dio para más el choque galaico.
 

Escucho a Borja Jiménez tras el partido y me retrotraigo a vivencias de la temporada pasada. La misma cantinela de siempre… Hay que seguir trabajando para corregir errores. Por mucho que me diga que a él tampoco le gustó lo que vio, ya no me vale. Es más de lo mismo. El equipo no engancha, se encuentra en otra dinámica y así es muy difícil pensar en metas en el horizonte.
 

Tras la debacle ante el Albacete me decanté, había que romper con el pasado y propiciar una nueva oferta. Si en los primero compases las cosas no funcionaban, se generaría un ambiente hostil, nada productivo. Vamos por el camino. Por otro lado, el Club permanece en la ‘clandestinidad’ de transmisión. Lo único que se hace es a través de las redes sociales y la pasión, por lo de ahora, no se genera en esa línea. También quisiera destacar la indumentaria con la que se presentó el equipo. Saltar ante tu público sin tu ‘real’ vestimenta y sí con los verdes colores ecologistas, particularmente, me parece poco sensible. Parecía predecir la imagen que se dio sobre el terreno de juego. Lo siento mucho, pero esta forma de actuar no va conmigo.
 

Cambio de tercio. Baloncesto. Intuir la victoria del equipo nacional en el Campeonato de Europa significaba un auténtico brindis al sol. Pero, y se lo dije en su momento, el cuadro hispano tenía muchos ingredientes en el haber que le facilitaban competir de forma armónica. Lo conseguido es el fiel reflejo de planificación y trabajo. Todos los jugadores dieron un salto de calidad y ofrecieron un alarde de eficacia. Qué decir de la labor de su técnico, qué importante es tener a la persona idónea en el momento preciso. Contar con Sergio Scariolo representa todo un lujo de capacidad y sensatez. Destacar la acción que propició al finalizar el partido ante los alemanes y que daba paso a poder disputar la final. Momentos, en teoría, de gran alborozo, él recogió a su equipo técnico y abandonó el parquet sin la más mínima algarabía. Era necesario ir preparando la final. Formas y sentidos para ganarse, un día más, el respeto de los suyos. ¡Enorme Scariolo!
Finalizo con una nueva movida con Rubiales. ¿Y van…?. Se le achaca el montaje de juergas sexuales, coincidiendo con reuniones con sus colaboradores y pagadas por la Federación. 
 

Una vez más, y siempre con la presunción de inocencia como bandera, la conclusión vuelve a ser la misma: “En qué manos estamos”.  
 

Como siempre un placer.

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