T odos esos premios futbolísticos que se reparten a lo largo del año están cada vez más cuestionados y deteriorados. Parece que allá donde meten baza tanto la FIFA como la UEFA aparece algún lío que desprestigia a ambas organizaciones, que no gozan del crédito mayoritario del mundo del balompié aunque todavía son muchos (muchísimos) los que siguen aprovechándose del aparato que tienen montado a lo largo y ancho del orbe.
Los trofeos individuales a los futbolistas parecen estar discutidos en todas las ocasiones. Tanto el ‘Balón de Oro’ como la ‘Bota de Oro’ o, ahora, recientemente, el denominado ‘The Best’ son motivo de polémica y siempre aparecen sectores que cuestionan las decisiones. ¿Por qué ocurre esto? Pensamos que principalmente porque las normas de los galardones no están nada claras ni se respetan y también porque la influencia de los organismos citados anteriormente es muy grande y su presión ejerce influencia sobre los votantes.
Hay que tener en cuenta que las decisiones en el mundo del fútbol son de cada uno de los aficionados. Cualquier cuestión puede parecer nítida pero siempre habrá alguien dude de su claridad. Y esto ha pasado con el último premio que le ha caído a Messi, por ejemplo. ¿Ha sido el mejor jugador del año 2022? Pues podría valer la misma respuesta que se obtuvo cuando el jugador argentino ganó el último ‘Balón de Oro’, el más discutido de todos los que engalanan su brillante carrera.
Desde luego, las votaciones que se efectúan por parte de entrenadores y futbolistas no se atienen al mismo criterio. Unos votan por su gusto personal, otros emiten su voto por los títulos conseguidos en el año último y otros lo hacen por el historial del personaje. El que contemple esta última posibilidad nos garantiza (nos viene garantizando) prácticamente el mismo protagonista en las últimas temporadas.
Pero, bueno, lo que estamos comentando tampoco tiene tanta importancia. Sólo se trata de veladas que montan los principales organismos futbolísticos para ensanchar su ansia de actividad social y para sacar dinero de la publicidad, que hace que se enriquezcan todavía más y les permitirá un gasto caprichoso y sin control. Y es que no hay mejor ‘trabajo’ (ni mejor pagado) que ser directivo de la FIFA o de la UEFA. Aquí, en España, lo sabemos de sobra.