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Comentábamos de pasada hace unos días que uno de los deportes que había tomado unas medidas más tibias contra Rusia, por su invasión de Ucrania, era el tenis. La mayoría de los dirigentes se escondieron bajo las siglas y pocos salieron a dar la cara. Aun así, la Federación Internacional tomó la decisión de separar a los rusos y a la nación que representan de torneos como la Copa Davis o su equivalente femenino.

Sin embargo, no tan decididos han sido los representantes de las asociaciones de tenistas. Tanto la ATP (masculina) como la WTA (femenina) se pusieron de perfil, pasaron de tomar cualquier decisión y se abstuvieron de ejecutar medidas firmes para solidarizarse contra la agresión bélica. Y, visto lo visto, ahora que el cariz de la situación parece tomar otro sesgo, salen a la luz pública los “valientes” dirigentes, quienes muestras interés por lo único que les importa y que no es otra cosa que el vil metal.

El presidente ejecutivo de la WTA, un tal Steve Simon, ha hecho unas declaraciones lamentables, mostrándose contrario a cualquier sanción a los jugadores rusos, a los que considera “deportistas neutrales”. Esa es la firmeza con la que ese Simon considera que hay que actuar contra Rusia. Pero algo tiene que ver también la cuestión de que haya un nutrido grupo de jugadoras rusas (y jugadores, en la ATP) con la entidad suficiente como para que, de producirse su baja en los torneos de ahora en adelante, éstos notasen su ausencia. Y ello conllevaría la natural pérdida económica, que repercutiría en la asociación que este individuo representa, al menos con sus declaraciones. Al final aclaró, por si alguien tenía alguna duda: “Pero obedeceremos las leyes de los gobiernos, que están por encima de nuestras decisiones y voluntades”.

Lógicamente, a este sujeto poco le importan declaraciones tan desgarradoras como las del jugador francés Gael Monfils, quien, después de derrotar al ruso Medvedev, se sinceró diciendo que era una situación difícil “ver llorar todas las noches a mi esposa, pero ahí estoy para ayudarla en lo que pueda”. Como se sabe, el tenista galo está casado con la ucraniana Elina Svitolina.

Y ya que hablamos de tenis, en París están “arreglando” la participación de Novak Djokovic en Roland Garros, una vez que la situación sanitaria parece aclararse algo más que cuando se celebró el Open de Australia, hace dos meses.

¿Es una vuelta a la normalidad o también una exigencia económica?

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