Me sorprende que, en todo este conglomerado de preocupantes asuntos relacionados con el devenir del Estado Español, no se tocara el futuro del deporte. Venía siendo una constante las reclamaciones, desde el País Vasco y Cataluña, sobre la creación de sus propias selecciones nacionales para competir en el ámbito internacional. No sé si todo esto vendrá en una segunda tanda o es que ya se da por asumido.
Por si acaso, el ‘amigo’ Tebas deberá espabilar su ojo avizor, no vaya a ser que, los que ponen las condiciones en la negociación, impongan la creación de las ligas propias para sus ‘naciones’.
Al Barcelona en concreto, le vendría de perlas la puesta en marcha de la Superliga. Se libraría de tener que jugar la competición locataria con los Tarragona, Español o Lleida. El Girona por su parte, liderando actualmente el campeonato, se iba a quedar en tierra de nadie. Tal vez, suplicándole a Florentino la posibilidad de entrar en la fórmula mágica, tendría alguna opción.Lo mismo se haría en tierras de Euskadi. Athletic, Real Sociedad y Alavés pondrán toda la carne en el asador para competir en la liga de los grandes. Como no todos tendrían sitio, alguno se descolgaría para unirse a los Eibar, Amorebieta o Indauchu en competición propia.
La verdad y viéndolo desde un aspecto aséptico, la rivalidad entre cercanías crecería un montón y seguro que las aficiones lo agradecerían, generando unos desplazamientos en masa, que haría potenciar la economía local.
Es el momento adecuado, el Gobierno capturó sabiamente, tras el descarrilamiento de Rubiales y su tropa, la independencia que se le presuponía al ente federativo y por lo tanto, logra tener camino libre para su desarrollo.
Si en las próximas elecciones en nuestra tierra, el grupo independentista lograse encaramarse al liderazgo, se podría adopta la misma medida y por lo tanto se abriría una plataforma para crear una competición de países de la península Ibérica y rozando la perfección, se le propondría a Portugal unirse al proyecto. Solo son ideas, o no.
Cambio de tercio. Me asombro de cómo se recepcionó la victoria deportivista del pasado sábado ante la SD Logroñés. Por lo que fui leyendo, se convirtió en un acto balsámico y se da por cerrada la penitencia tras la hecatombe sufrida en Irún. Pero mi opinión, es que va a ser que no. Que realmente lo que se presenció fue más de lo mismo, agradeciendo la blandura expuesta por los riojanos. Bienvenida la victoria, por supuesto. Pero esto no va a llegar para hacerle frente al reto de liderar el campeonato al final del recorrido. Lo demás es engañarse.
Esta semana se visita un campo de los llamados asequibles. En Tarazona es imperioso lograr los tres puntos. No hacerlo así, sería otro nuevo fracaso. Siete puntos separan al Deportivo de la plaza de ascenso directa y todo un mundo por jugar. Todo es posible. Espero que la sensatez y el esfuerzo sean los adecuados para esta cita.
Finalizo. El pasado domingo presencié, a través del canal de pago, el partido de la ACB entre el Obradoiro y el Baskonia. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien viendo baloncesto. Se dieron todos los condimentos para catalogarlo como un autentico ‘partidazo’ y encima ganó el cuadro gallego. El éxito del técnico santiagués, Moncho Fernández, ya no tiene calificativo, todo un milagro de resiliencia deportiva.
Como siempre un placer.