OPINIÓN | Óscar Gilsanz De la Barrera
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17º-23º

OPINIÓN | Óscar Gilsanz De la Barrera

OPINIÓN | Óscar Gilsanz De la Barrera
Rubén de la Barrera

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No renovar a Óscar Gilsanz puede ser una decisión con una base argumental coherente que el club tendrá que explicar. Pero, desde luego, también será una decisión que entraña riesgos de cara a la estabilidad de la nueva etapa que el Deportivo pretende abrir. Porque si finalmente la entidad no apuesta por la continuidad del entrenador betanceiro, volverá a un punto similar al de hace dos años.


Retrocedamos a junio del 2023, por mucho que ahora, en estos tiempos de calma, suponga una praxis cercana al masoquismo -quizá sea un buen ejercicio para valorar lo que tenemos-. En aquel epílogo primaveral, el equipo se quedó sin ascenso tras un partido absolutamente irracional en Castalia ante el Castellón.


Tras el golpe, todo apuntaba hacia un radical cambio en el club. El consenso social era total en torno a la necesidad de ejecutar un importante giro de timón después de tres temporadas sin ascenso. Sin embargo, del mismo modo, había prácticamente unanimidad sobre el hombre indicado para marcar el nuevo rumbo desde el banco: Rubén De la Barrera.


A pesar de que el técnico coruñés no había logrado en su mes de trabajo el objetivo de ascender, su figura generaba ilusión, seguridad y confianza por aptitudes y actitudes. Sobre todo comparativamente, pues De la Barrera llegó tras el ‘tardoBorjismo’ y la etapa de un Óscar Cano que nunca encajó en el ecosistema deportivista. Sin embargo, el Deportivo tomó la decisión de empezar de cero. Y el entrenador, pese a lo impopular del movimiento, no se salvó de la quema, en aquella recordada comunicación de despido con aroma a tortilla. 


Luego llegó la manifestación contra Abanca y la incorporación de un Imanol Idiakez que no lo tuvo nada fácil en sus primeros meses en A Coruña. Por suerte, finalmente, todo acabó de maravilla. Incluso los vaivenes iniciales permiten vestir de más misticismo el obligado ascenso, aunque la línea entre el bien y el mal fue más fina de lo que quedará escrito, a grosso modo, en la historia.


Hoy, Gilsanz no genera la unanimidad que en aquel momento sí logró De la Barrera. A ello no han ayudado los resultados finales con el objetivo ya en el bote, pero tampoco el escaso apoyo público del club para reafirmar su papel.


Sin embargo, no conviene sacar de la ecuación el factor de que el betanceiro maneja la misma condición de hombre de casa que Rubén, un hecho a tener en cuenta cuando a la hora de juzgar en el contexto futbolístico, en el que el sentimiento de pertenencia juega un papel importante en el colectivo.


Sin embargo, este parentesco es solo un añadido a los méritos de un Óscar que, en su hoja de servicios, tiene subrayado en verde y desde hace ya tiempo el objetivo de la permanencia. 


El listón sin alcanzar no le valió a Rubén, como a Óscar tampoco le servirá el hecho de haber llegado a meta. Por eso, si Gilsanz ‘no vale’, habrá que explicar muy bien los porqués. Será el primer paso antes no solo evitar experimentos con gaseosa, sino de acertar con un perfil, de nuevo, con aptitudes y actitudes. 

 

La marca, como con Idiakez, vuelve a estar alta. Y la exigencia es todavía mayor. Si de primeras rechazas a Gilsanz, tu primera jugada apunta a ser ya un doble o nada. Así que más vale que no sea un farol.

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