El deportivismo está acostumbrado a llevarse unos trompazos mayúsculos. Los ‘no ascensos’ ante Mallorca o Albacete, los descensos con la mayor puntuación de la historia... Por recordar cuatro dolorosas citas de las últimas temporadas.
El cambio de técnico y de jugadores, el partido ante Algeciras, ha levantado un poco la moral a una afición que sabe bien dónde está. A base de golpes se ha ido convirtiendo en una grada fajadora y sufridora, pero que siempre acaba los combates de pie, que sigue peleando hasta que suena la campana.
Y es lo que va a hacer hasta el final de este curso que ojalá se cierre con el ascenso. Somos optimistas, pero también realistas. No hay nadie que pueda garantizar el éxito final.
Quizá lo más importante sea eso. Que independientemente de lo que ocurra, aunque todos queremos los mismo, si llegan mal dadas, volverá el seguidor blanquiazul a Riazor. Al lado de los suyos, los deportivistas. Así se retroalimenta esta afición. Hombro con hombro. Juntos en las duras y en las maduras.