Aún tengo frescas las imágenes del año pasado. Fue también a principios de temporada cuando el Burgos CF visitó Riazor. Yo no pude ir ese día al estadio y lo vi por televisión junto a otros amigos que no eran deportivistas pero sí muy futboleros. Y lo que parecía que iba a quedar en empate a cero acabó siendo un 0-2 por culpa de un error defensivo en el minuto 88 y de un penalti absurdo en el 97. Y pasa lo normal, que se te queda cara de tonto y te quedas el resto de la retransmisión viendo cómo los jugadores y los aficionados burgaleses celebraban la victoria durante un buen rato sobre el césped de Riazor. Habían empezado muy bien la Liga y empezaban a soñar con cotas mayores, aunque luego les vino un buen bajón y los sueños quedaron en nada. Y ahí fue cuando empecé a pensar en esa afición que tiene el Burgos CF. Pero fui un poco egoísta y no pensé en los más jóvenes, que va, pensé en los que ya rondan mi edad, que no somos tan viejos, pero que ya hemos vivido, disfrutado y también padecido el fútbol desde finales de los años 70. Y fue ahí cuando me di cuenta de que si los deportivistas hemos sufrido unos altibajos tremendos a lo largo de nuestra historia contemporánea, los burgaleses también han pasado lo suyo. No habrán ganado títulos, pero han tenido que hacer un esfuerzo de identificación con su equipo muy grande.
Recuerdo el antiguo Burgos CF, que fue fundado en 1922 y desapareció en 1983, también con camiseta blanca y pantalón negro. Ese año fue descendido a Segunda B por deudas y al año siguiente, en Segunda B, quedó en tercera posición, pero fue nuevamente descendido por el mismo motivo y de ahí a la desaparición. De su filial, el Burgos Promesas, se creó el Real Burgos. Otro club, otro nombre, otro escudo y otra indumentaria. Ahora era con camisa granate con una franja marrón vertical a un lado y pantalón blanco. No sé, traducido al coruñés es como si desaparece el Dépor y se crea el Coruña RCD, con otro escudo y se pone como primera equipación la amarilla de Brasil, pongamos por caso. En fin, el caso es que el Real Burgos empieza en 1984 en Tercera, en 1985 llega a Segunda B, en 1987 a Segunda y en 1990 a Primera y hasta le gana al Real Madrid en uno de sus tres años en la élite. Aún recuerdo a otros deportivistas como Elduayen, Ribera o Portela con la camiseta de ese Burgos. En 1993 ese Real Burgos se va a Segunda y al año siguiente a Segunda B. Y de ahí a la nada. El Real Burgos deja de competir en 1995 y oficialmente desaparece en 2022. Vuelta a empezar.
El actual Burgos CF se funda en 1994, llega en 1997 a la Segunda B y en 2001 a Segunda. Vuelta al escudo original y a la indumentaria original. Era otro Burgos diferente al que desapareció en 1983, pero más fácilmente identificable para el aficionado veterano curado de espantos. Pues bien, aún les quedaría algún espanto más. En 2001 compite en Segunda, consigue la permanencia pero lo vuelven a descender administrativamente por irregularidades en el proceso de transformación en SAD. De ahí a Segunda B, en 2008 a Tercera y nueva amenaza de desaparición. Si algún burgalés ha permanecido fiel al equipo de su ciudad en todo este tiempo y no ha caído en la tentación de hacerse del Madrid o del Barça, merece una medalla y medicamentos gratis para la tensión para toda la vida.
Y ese Burgos CF es el que en 2021 ascendió a Segunda y que ya lleva cinco años con una cierta estabilidad. Yo supongo que muchos jóvenes burgaleses que no han vivido todos estos vaivenes se dedican a apoyar a su equipo sin importarles el pasado. Y hacen muy bien.