OPINIÓN | La eterna soledad del entrenador
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OPINIÓN | La eterna soledad del entrenador

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Irureta

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Pocas figuras me fascinan más en el mundo del deporte que la del entrenador. Esos personajes solitarios, reflexivos y casi siempre enfangados en batallas contra sus propios demonios. Y, también, siempre con la diana en la espalda cuando se trata de disparar en los fracasos. En algunas ocasiones, a veces, incluso en los éxitos.

 

Porque como cada vez que se recuerda la época dorada del Dépor, y hoy es uno de esos días, uno de los legados más maltratados es el de Javier Irureta. Me resulta todavía más incomprensible que sean sus propios jugadores los más críticos. Como si ninguno tuviera responsabilidad en lo ‘poco’ que se llevó el equipo blanquiazul a sus vitrinas durante ese lustro de oro.

 

Yo era muy joven. Quizá me traicione la memoria. Pero por cómo me lo tratan de contar, cualquiera diría que, a diferencia de ahora, el fútbol era una ciencia exacta en la que siempre ganaba el mejor equipo. Eso dando por sentado la arrogancia que se necesita para creerse los mejores en un juego en el que, cuando se estrecha el camino que lleva a la meta, las diferencias siempre están marcadas por pequeños detalles.

 

Por cómo me lo tratan de contar, Jabo fue el culpable de que el Dépor ‘solo’ ganara una Liga, una Copa del Rey e hiciera temblar los grandes templos del fútbol europeo, manejando además un vestuario con tanto talento como ego. Y como nadie puede demostrar lo contrario, adelante aquellos que quieran comprar el revisionismo histórico. A mí, ya que están solos y, por lo visto, lo siguen estando incluso décadas después de colgar sus exitosas pizarras, me encontrarán del lado del banquillo.

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