El ocaso de un goleador
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17º-23º

El ocaso de un goleador


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Cada cuatro años se reúnen las mejores selecciones del mundo para consagrar a la que haya competido mejor. Entre los efectos colaterales a este torneo, existe la convicción de que la Copa del Mundo consagra o jubila a ciertos jugadores llamados a marcar una época. Esta cita suponía la ultima oportunidad para dos peloteros que han marcado una era por su calidad y dominio de la escena futbolística mundial.
 

En efecto, Messi y Cristiano Ronaldo polarizaron la atención de los aficionados durante la pasada década y se presentaban para cobrar la última deuda que tenían que saldar: levantar la Copa del Mundo. En el caso del argentino, sigue siendo el referente de la albiceleste y para bien o para mal, las posibilidades de Argentina pasan por sus botas. Caso distinto es el del portugués que llega renqueante después de una carrera con síntomas evidentes de decadencia. 
 

Es difícil de enjuiciar a un delantero que ha sido muy grande en sus clubes. Sus prometedores comienzos en el Sporting de Portugal lo llevaron al Manchester United que de la mano de Ferguson alcanzó la gloria. Su fichaje por el Real Madrid supuso su consagración como el delantero más letal de las competiciones europeas. Nadie discutía su calidad en el campo si bien daba muestras inequívocas de su talento al mismo tiempo que de su individualismo. Y todo se le consentía porque marcaba goles.
 

A partir de su traspaso a la Juventus comenzó su cuesta abajo. No fue capaz de llevar a la cima continental a los ‘biaconeri’ y su falta de paciencia o ansias de rememorar sus días de vino y rosas lo llevó de nuevo al United. Necesitaba un proyecto ganador siempre que él fuera el más beneficiado. La mala situación del Manchester que no pudo clasificarse para la Champions League hizo que su mirada se dirigiera hacia clubes que le permitieran consolidar su récord de máximo goleador de la historia de la competición.
 

A partir de aquí viene su calvario. Suplencias en el United, en otros partidos apenas jugaba tres minutos o sus ‘espantás’ infantiles por no salir al campo. Parecía que era un pleito pendiente con el nuevo entrenador neerlandés (Ten Hag) del equipo inglés.
 

La entrevista premeditada, pregrabada e incendiaria que ofrece a Piers Morgan -periodista inglés amigo de Cristiano- en vísperas del Mundial marcaba un punto de no retorno con su club. Quizás el portugués no veía que su decadencia no era una confabulación para terminar su carrera.
 

Ha tenido que ser su fiel defensor, el triste seleccionador luso Fernando Manuel Costa Santos, quien sentará en el banquillo al astro de Funchal porque entendía que había jugadores más en forma como fue el caso de Gonçalo Ramos que coronó el partido con tres goles. Con este movimiento el técnico portugués confirmaba que la suplencia de CR7 no era capricho de un solo entrenador.
 

Nadie se fijaba en que Cristiano apenas celebraba los goles de sus compañeros, aunque parecía que exigía las reverencias a sus dianas. Nadie protestaba porque marcaba goles. El martes, primer partido de suplencia con Portugal, abandonó el campo mientras sus compañeros celebraban el pase a la siguiente ronda. Parece que aquí se acabó. 
 

Cristiano, un grandísimo jugador que ha marcado época al que al final de su carrera le pasa factura su egocentrismo y desconfianza del fútbol como deporte de equipo. Es difícil llegar a ser un jugador tan grande para desaparecer con ese exceso de soberbia que ha mostrado al final.

El ocaso de un goleador

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