Carlos Arévalo es un deportista excepcional. Y también tiene una calidad humana enorme. Hace tres años visitó la redacción de este diario, dejando que todos aquellos que quisieran se pusieran al cuello la medalla de plata que él había ganado en los Juegos Olímpicos de Tokio. Un detalle de este piragüista, que nos da alegrías deportivas y, además, es un servidor de todos en su cometido en el Ejército. Por ello, nadie merece más que él ser el pregonero de las próximas fiestas de San Roque de Betanzos.
Unos fastos que llegarán poco después de que el palista concluya su participación en París 2024.
Ya hace tres años, Betanzos se volcó con este hijo tan ilustre. Y en unas semanas pasará lo mismo. Seguro que alguna medalla traerá en su equipaje.