Cuando se habla de gestionar el deporte desde una administración pública, es normal que pensemos en una persona vinculada al “hecho deportivo”. Y escribo esto al enterarme del fallecimiento de Javier Gómez-Navarro, que fue Secretario de Estado para el Deporte y presidente del Consejo Superior de Deportes desde 1987 a 1993, siendo nombrado posteriormente ministro de Comercio y Turismo. Javier ni era una persona que hubiese desempeñado una responsabilidad en un club o federación, ni tampoco destacaba por su afición al entrenamiento y, todavía menos, podía presumir de haber obtenido un récord o una medalla olímpica.
Gómez-Navarro era un emprendedor y ejecutivo del sector del turismo, que fue consciente desde primera hora de la importancia de la planificación para conocer las debilidades y fortalezas del sistema deportivo. Es por lo que cuando la Administración General del Estado puso en marcha una experiencia piloto sobre planificación estratégica para aplicar la metodología de la “gestión por objetivos”, el Consejo Superior de Deportes (CSD) fue uno de los organismos que participó en ese proyecto.
El desconocimiento directo que podía tener del deporte lo suplió trabajando con metodología ya utilizada en su vida empresarial y creando y dirigiendo un equipo de personas en los puestos clave bajo su dirección. Y estas personas sí eran profesionales de las Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, dirigentes del deporte e, incluso, deportistas de alto nivel.
No era un político al uso, pues a su empeño de planificar y desarrollar el trabajo en equipo, unía su visión de innovar. Fue así como se creo la entidad ADO, dónde participaron el CSD, el Comité Olímpico Español y RTVE como fórmula de gestión de recursos privados para el apoyo económico de los deportistas españoles que tenían la cita de Barcelona 92. Una idea de patrocinio que intuyó mi amigo Carlos García Pardo, gran empresario y fundador de la Corporación Dorna y que se la “regaló” a Javier para que la materializara.
Javier fue más un gestor que un político. Y del arte de la dirección era un maestro. Por ello sabía que una gestión de excelencia no puede desarrollarse en un marco normativo limitado. Dicho de otra forma, no se puede hacer buena gestión sin una moderna ordenación jurídica del deporte y, por tanto, abordó como objetivo prioritario realizar una nueva ley que sustituyera a la vigente que era la Ley General de la Cultura Física y del Deporte aprobada en 1980.
Más allá de promover la presentación de alegaciones de las organizaciones deportivas y contar con un jurista y maestro de maestros ya fallecido como Pepe Bermejo, el gran acierto fue la política de pedagogía de explicar al sector del deporte que se pretendía hacer. Así recorrió todos los rincones de España hablando del nuevo proyecto de ley y sobre todo escuchando. Aún recuerdo cuando me tocó presentar a Javier y moderar el acto que se celebró en Santiago de Compostela, ciudad a la que también acudió en esa misión pedagógica que desarrolló y que hizo posible que la Ley del Deporte de 1990 fuera aprobada por casi unanimidad parlamentaria.
Por otro lado, Coruña le debe agradecimiento eterno, pues la política deportiva municipal fue reconocida desde el Consejo Superior de Deportes, con el Premio Nacional del Deporte 1992 y tuve el orgullo de acompañar al alcalde Paco Vázquez a recoger el trofeo en el Palacio Real de manos del Rey Juan Carlos I.
Mucho más se podría contar de Javier Gómez-Navarro y su obra política y también empresarial, pero creo que lo dicho es suficiente para que sirva de referencia a las personas que hoy ostentan responsabilidades deportivas. Si hay planificación estratégica, trabajo en equipo, conocimiento profundo del “hecho deportivo” a través de las personas que te acompañan y humildad de hacer pedagogía y escuchar, la gestión del deporte siempre llegará a buen puerto
Así lo hizo y demostró Javier Gómez-Navarro, al que hoy despedimos con un emotivo DESCANSE EN PAZ.