En vísperas de la final de la Copa de Europa entre el Real Madrid y el Liverpool, una noticia revoluciona la actualidad futbolística internacional. La renovación de M’Bappe por el PSG ha generado una especial indignación no sólo entre la parroquia madridista sino en el panorama deportivo europeo.
Renovar por tu club no tendría que ser un hecho excepcional y, todo hay que decirlo, el delantero está en su pleno derecho de aceptar la oferta aunque esto levante algunas ampollas. A falta de la versión que puedan ofrecer desde los despachos de Concha Espina -no habrá declaraciones hasta que se dispute la final de la Champions League-, la realidad indica que los clubes-Estado llevan camino de dilapidar el escaso crédito que tiene el fútbol actual.
La historia del fichaje del jugador francés es todavía reciente y confusa. Cuando el joven delantero comienza a destacar en el Mónaco, el Madrid se interesa por él. Se anticipa el PSG y consigue sus servicios para que defiende la camiseta parisina. La temporada pasada, a un año de finalizar su contrato, Florentino Pérez lanza una oferta económica muy potente (180 millones) al club parisino. El jugador acepta el envite y traslada al PSG su deseo de firmar por el Madrid. En esta situación el presidente catarí del equipo francés rechaza la oferta aún sabiendo que la temporada siguiente se marcharía gratis al Madrid.
Parecía que era cuestión de tiempo que M’Bappe firmara por el club blanco si bien algo se torció desde hace pocos días. Según fuentes madridistas, se le ofrecieron unas condiciones económicas inéditas (150 millones netos por cinco temporadas y la cesión de los derechos de imagen, además de una prima de fichaje cercana a los 130 millones) para firmar. El todo poderoso Florentino, invencible en múltiples negociaciones, se tropezó con Al-Khelaifi, el presidente cataría del PSG que tiene el dinero por castigo.
Las cifras del nuevo contrato son escalofriantes. Se habla de cincuenta millones netos anuales por tres años, más una prima de fichaje escandalosa. En lena desesperación también dejaría que el futbolista interviniera en la planificación de la plantilla.
Sabemos ahora que el joven M’Bappe ha estado sometido a una fuerte presión desde distintas esferas del poder político y económico además de su entorno familiar más inmediato, que no ha podido -o querido- resistir. Todo es comprensible y entendible. Es mucho dinero y quedarse en Francia le aporta un plus de confianza. Lo que parece más difícil de entender es que le haya convencido el proyecto deportivo del PSG. Es el mismo: fichar todas las estrellas consagradas para ganar una competición menor en el contexto europeo como la Ligue 1, e intentar por enésima vez asaltar la Copa de Europa. Como dice el refrán, hay quien prefiere ser cabeza de ratón que cola de león.