Fin a seis días de vacaciones. Traté de desconectar. Archivé todos los grupos de WhatsApp, desconecté las notificaciones que tengo activas del Dépor y, de hecho, no pude ver en directo todo el partido en Gijón. Mi padre, presente en El Molinón, me hizo una minicrónica en el descanso que me quitó las ganas de buscar un hueco para ver la segunda parte: “2-0 en el primer tiempo. Una ruina. El Sporting encerrado atrás. Nosotros, con balón y sin ocasiones. Y ellos, tres contras, dos goles”. Aun así, vi la segunda parte. Pero ese masoquismo es otro tema.
Me fui con un Dépor salvado y sin opciones de playoff. Pensaba que al volver seguiría todo igual, en calma, como el medio limón que dejé en la nevera, la ropa sin doblar que olvidé en el cestón o la serie que pausé en el capítulo 8. Todo siguió igual. Pero no el Dépor. El Dépor no es así.
Al volver me encuentro con que Yeremay, y ahora también Mella, vuelven a ser objeto de mil rumores. Leo cientos de críticas sobre la continuidad de Fernando Soriano. Y estalla otro episodio de la ya cansina pugna entre Concello y Deportivo. ¿Quién iba a decir que un concierto de El Último de la Fila, en 2025, sería el detonante de otra riña?
Con este club –y esta ciudad– no puedes desconectar. A imaginación para generar información no le gana nadie. Le das la espalda seis días y ya hay tres debates nuevos, cinco incendios en Twitter y declaraciones cruzadas. Seis días parecen pocos –a mí así me lo parecieron–, pero Pablo Martínez ya dio en el clavo en su momento: “Un año en el Deportivo son como siete en otro lugar”. ¿Y así hasta 2030? Necesito otras vacaciones para desconectar de las vacaciones.